Fuerzas productivas y relaciones sociales de la producción, por Nelson Pérez

Fuerzas productivas y relaciones sociales de la producción, por Nelson Pérez

Nelson A. Pérez

Dos categorías económicas para entender  dos sistemas económicos opuestos.

Las fuerzas productivas representan todo el acervo tecnológico y nivel de conocimiento científico que tiene una sociedad para impulsar su desarrollo. Las relaciones sociales de producción representan las formas cómo se organiza la sociedad para distribuirse la producción social producida.





Carlos Marx señalaba en su obra “Critica a la Economía Política” más conocida como El Capital: el capitalismo es el sistema económico que ha permitido el desarrollo más gigantesco de  las fuerzas productivas, en conjunción con la ampliación de las relaciones sociales de producción que acabaron, definitivamente y para siempre, con las arcaicas formas de producción de los modos de producción feudal y esclavista.

Sin embargo decía Marx: este inmenso acervo de conocimiento y manera de producción moderna, que transforma todo hecho productivo en mercancía que se compra y vende, encierra en sí misma su propio sepulturero pues distribuye en forma desigual la riqueza social producida, procreando una inmensa masa de pobladores ajenos a la modernidad social, transformándolos en excluidos del mundo.

Esta premisa esbozada por Marx, es la más importante bandera que utiliza el socialismo para arengar la explotación del hombre por el hombre. La piedra angular de esta proclama es el concepto de plusvalía: “el trabajador vende su fuerza de trabajo por un valor inferior al que genera en el proceso productivo”.

También señalaba Marx: cuando las relaciones sociales de producción ahorcar el desarrollo de las fuerzas productivas, se producen movimientos revolucionarios que propenden a modificar sustancialmente las relaciones sociales de producción, permitiendo la expansión y ampliación de las fuerzas productivas como motor de la historia.

Sin embargo el desarrollo económico en la órbita del mundo socialista, ha demostrado, en la praxis,  que el régimen socialista empoderándose de las estructuras del Estado, asfixia el libre desenvolvimiento de las fuerzas productivas pues asume la distribución social de la riqueza producida como propia, manipulando a la sociedad, en su conjunto, a través de la distribución acomodaticia de la riqueza producida para ejercer control social sobre el individuo. Desestimulando la iniciativa individual e imponiendo el colectivismo como medio de vida. Es decir iguala al ciudadano por su escasez y no por su capacidad de producir.

La China comunista resolvió, en parte, el hundimiento en la pobreza de su sociedad, pues permitió a partir de la década de los años 70 del siglo pasado, que las estructuras capitalistas de las empresas del orbe más desarrolladas tecnológicamente formaran parte del empuje del desarrollo económico y social de un sector importante de su espectro social y territorial, permitiendo la acumulación y centralización del capital, es decir: la apropiación individual de la riqueza social producida, rompiendo de esta manera con lo más emblemático del postulado marxista: “de cada quien su capacidad a cada quien su necesidad”. (Marx. Programa de Gotha 1875).

Se convirtió, China, en una sociedad exportadora y competitiva en el mercado mundial, pero con una abismal desigualdad social a lo largo y ancho de su enorme territorio. Solo en este último período ha disminuido su empuje económico hacia ultramar para potenciar su economía interna a base del libre juego de la oferta y la demanda, piedra angular de la economía de mercado. Sin duda alguna la sociedad  China también inicio un gigantesco proceso  de transferencia de tecnología que la coloca como la segunda economía más grande del mundo, es decir apuntaló en forma titánica el desarrollo de sus fuerzas productivas. Aunque socialmente mantiene un profundo centralismo en la súper estructura del Estado que genera grandes desigualdades sociales.

Este desarrollo social basado en la economía de mercado y el centralismo del poder del Estado, solo puede ser competitiva en el mundo moderno, teniendo una mano de obra asalariada, prácticamente esclava, con bajísimos salarios si los comparamos con los salarios de la clase trabajadora de los siete países más desarrollados del mundo. Así como estructuras de libre sindicalización proletarias casi inexistentes.

El caso venezolano con la implementación del socialismo del siglo XXI, es único en el mundo: el régimen asume el control total de la súper estructura institucional del Estado. Golpea fuertemente la iniciativa privada empresarial prácticamente desapareciéndola. Colapsa las industrias banderas del Estado: la petrolera y la siderurgia. Implosiones  en la economía de servicios: electricidad, agua potable, telefonía, vialidad, presas, represas, transporte público y privado, líneas aéreas, etc. Es decir en 18 años hace arcaicas las relaciones sociales de producción, tomándolas para sí y haciéndolas profundamente ineficiente en la distribución de la riqueza social producida. Con ello, arrincona en forma brutal el desarrollo pleno de las fuerzas productivas. Cuando se golpea brutalmente al capital también lo hacen con el trabajo, pues son categorías económicas cóncavas y convexas, una depende de la otra inexorablemente. Son las dos caras de una misma moneda.

No podemos señalar como lo pretenden hacer ver los esbirros del régimen que estamos en presencia de un Estado socialista. La verdad es que en Venezuela se instauró un régimen profundamente ligado al narco tráfico con su secuela de desgobierno y corrupción que arruinó en tiempo record lo que nos costó construir en décadas de gobiernos democráticos con sus pros y sus contras.

Al unísono, sin pérdida de tiempo, el socialismo trapichero del régimen cubano se montó en la dirección ideológica del proceso “revolucionario” chavista y ahora madurista. Para pescar en rio revuelto y seguir subsistiendo parasitariamente. Este tipo de socialismo de sanguijuela del “mar de la felicidad” cuando observa en riesgo su poder geopolítico, comienza a desprenderse de la teta que lo amamantó y se concentra en defender su propia supervivencia. Ya tomaron la refinería de Cien Fuego, que Chávez “amorosamente” y en nombre del internacionalismo proletario le modernizó y puso operativa. Ahora aducen que se están cobrando lo que el régimen de Maduro les debe. Lo único que si nos deben, y algún día cobraremos, liberando ese pueblo oprimido, son los 153 jóvenes que asesinaron con la venia del régimen.

Econ. Nelson A. Pérez Valdivieso Miembro del Secretariado Nacional del Movimiento Progresista de Venezuela. MPV.

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