“Es difícil tener fe”: venezolanos en el extranjero dudan de un cambio en su país por la elección presidencial

“Es difícil tener fe”: venezolanos en el extranjero dudan de un cambio en su país por la elección presidencial

Una familia venezolana camina hacia las autoridades fronterizas de Estados Unidos luego de haber cruzado desde México, en del Río, Texas, el 16 de junio de 2021. Se calcula que hay 7,7 millones de migrantes y refugiados venezolanos en el mundo.

 

El optimismo por el inicio de una transición a partir de la elección presidencial del 28 de julio en Venezuela es escaso entre quienes emigraron. El desinterés por las noticias sobre la política es otra constante entre la diáspora, de casi 8 millones de venezolanos.

Por vozdeamerica.com





Paola Pulgar, una venezolana de 34 años, no podrá votar desde Panamá en la elección presidencial de su país, dentro de dos meses. No actualizó sus datos como electora pues, precisó, le exigieron una cédula local que su residencia por razones humanitarias no incluye. Fue toda una montaña rusa emocional.

“En principio, me quitó el sueño. Pasé del enojo a la resignación, fue muy frustrante”, dijo a la Voz de América Pulgar, graduada en ingeniería química y quien militó en un partido político de oposición antes de emigrar, hace nueve años.

Al menos 58.000 venezolanos viven en Panamá, pero, como ella, la mayoría no podrá participar en una votación donde Nicolás Maduro aspira a reelegirse como presidente en un contexto desfavorable, donde todas las encuestas de firmas privadas le muestran detrás de Edmundo González Urrutia, el candidato de los partidos del antichavismo tradicional.

Si bien no podrá sufragar, tiene clara su opinión sobre la política de su país. “Es difícil tener fe” en un cambio de gobierno, dijo a la Voz de América. “No creo que esta elección tenga resultados distintos a los que hemos visto antes”, acotó.

El chavismo concatena ya 25 años de gobiernos, pero su oposición confía en traducir el descontento popular ante la crisis política, social y económica de la última década en un triunfo electoral que dé paso a una transición.

Esa dosis de esperanza del antichavismo local no parece haberse inyectado en gran parte de la diáspora venezolana, que involucra a al menos 7,7 millones de refugiados y migrantes en todo el mundo, de acuerdo con la plataforma R4V, que coordina 200 agencias y ONG.

“No tengo optimismo, aunque amaría ser sorprendida”, opinó en cuanto al eventual resultado de la elección presidencial Mariángel Alaña, una contadora venezolana, de 33 años, que reside en Santiago de Chile.

Como parte de los 444.000 venezolanos que viven en Chile, dijo tener dos respuestas opuestas a la pregunta de quién cree que será electo en la votación de julio: una es la que le dicta su “corazón”, anhelando el triunfo del candidato González Urrutia; y la otra es “la real”, describió, donde gana el chavismo.

“Hemos vivido más de 20 años con un sistema electoral viciado, así que lo mejor que puedo hacer a la distancia, por mi bienestar mental, es aceptar la realidad”, indicó Alaña, dando por sentado que Maduro sería reelecto.

Ínfima participación

Según la ONG Votoscopio, del periodista y analista de entorno electoral Eugenio Martínez, 6.000 venezolanos lograron actualizar sus datos en el padrón de electores y tan sólo 508 se registraron como nuevos votantes en el extranjero en el operativo organizado por el poder comicial, que duró 1 mes.

De acuerdo con sus investigaciones, más de 4 millones de electores se encuentran entre los casi 8 millones de migrantes y refugiados en el extranjero.

Esteban Campos, comunicador social, de 43 años, residente en Estados Unidos desde 2021, tampoco avizora un cambio político en su país.

“No va a pasar nada que no haya pasado ya. Lo que habrá es una simulación, un show”, afirmó a la VOA, convencido de que una resolución a la crisis debe pasar por un acuerdo entre actores internacionales como Rusia, China o Estados Unidos, que hoy no ve.

Se calcula que hay 545.000 venezolanos viviendo en Estados Unidos con estatus legal o esperando respuesta a sus solicitudes de asilo.

Ninguno de ellos podrá votar en julio, pues los gobiernos de ambas naciones no tienen relaciones diplomáticas desde 2019, lo que anula la logística de la votación, incluida la actualización de datos de electores.

Un asunto generacional y de diferencias sociales

Campos, dedicado a las plataformas digitales, teme que las diferencias sociales se agraven en su país luego de la elección.

“Se va a ir extendiendo más la brecha entre los pobres y el gobierno o quienes hacen negocios con ellos. Se va a profundizar la miseria y que la gente siga viviendo de las remesas de los venezolanos que estamos afuera”, auguró.

Gustavo Barrios, transportista en una famosa cadena de resorts de Florida, de 47 años, tiene una opinión similar. “El panorama, aunque se muestra alentador, creo que no cambiará por la vía electoral. Es duro y difícil decirlo, pero es lo que hemos vivido en los últimos años”, expresó a la Voz de América.

María Alejandra Cáceres, venezolana con 10 años de residencia entre Uruguay y Chile, no se esperanza de que el gobierno reconozca ni permita su derrota.

“No creo que políticamente haya mayor cambio. Socialmente, pasarán varias generaciones para ver mayores cambios” que permitan revertir lo que llamó “el daño social” durante todo este siglo en su país, manifestó.

La oposición ofrece como parte de su plan de gobierno y de campaña electoral mejoras democráticas y económicas prontas para favorecer el retorno de la diáspora venezolana. El gobierno, por su parte, puso en marcha en 2018 un programa de retorno de migrantes, el Vuelta a la Patria, en el que han participado 900.000 personas, según cifras oficiales.

Mariana Martínez, una joven de 22 años que emigró a Estados Unidos en 2022, no sólo se encuentra a más de 2.000 kilómetros de distancia de su Venezuela, sino que se siente “muy alejada” de su actualidad política y sus noticias.

Cuando cumplió la mayoría de edad para poder votar en su país, creyó que sería “una pérdida de tiempo” registrarse como votante, pues ya tenía claro que migraría a Estados Unidos. Hoy, remarcó, su esperanza sigue estando cifrada en “construir” un futuro en el extranjero, ya no en la idea de un giro político.

“La política nos ha consumido mucho. Sí quisiera votar, pero no sé ni quién está postulado”, admitió, centrada más en su trabajo que en campañas electorales.