Clasismo, impunidad y condena social: el juicio que conmociona y provoca intenso debate en Argentina

Clasismo, impunidad y condena social: el juicio que conmociona y provoca intenso debate en Argentina

Protesta contra los asesinos de Fernando Báez Sosa, Buenos Aires, Argentina, 18 de febrero de 2020.
Claudio Santisteban / ZUMA Wire / Legion-Media

 

 

 





El proceso se ha convertido en un ‘reality show’ que es reportado en medios y redes sociales minuto a minuto.

Por rt.com

Para los pobres no hay justicia. Los ricos tienen garantizada la impunidad. Los medios alientan el clasismo y la discriminación. Si los asesinos fueran pobres, se exigiría reinstaurar la pena de muerte. Como no lo son, hay que tenerles compasión porque “la culpa es del patriarcado”. No tenían intención de matar. También son víctimas. O no. Merecen, mínimo, cadena perpetua. Son “monstruos”.

El juicio por el asesinato de un joven ha exacerbado en Argentina un debate social que monopoliza las conversaciones públicas y privadas que intentan desentrañar los motivos del crimen y anticipar las condenas.

La historia que hoy concentra la atención mediática comenzó la madrugada del 18 de enero de 2020, cuando ocho jóvenes mataron a puñetazos y patadas a Fernando Báez Sosa, de 18 años, a la salida de una discoteca en el balneario argentino de Villa Gesell, ubicado en la costa atlántica, a 400 kilómetros al sur de Buenos Aires.

El caso provocó una conmoción no solo por la saña de los homicidas y su posterior indiferencia ante los hechos, sino porque, además, el crimen quedó grabado en vivo a través de teléfonos celulares y cámaras de seguridad. Las imágenes circularon de inmediato en redes sociales.

Es, quizá, el asesinato del que existe un mayor registro audiovisual en el país.

Desde el principio, el crimen tuvo un componente de clase, ya que los ocho acusados, que en ese momento tenían entre 18 y 20 años, jugaban rugby, un deporte asociado a familias de alto poder adquisitivo y marcado por prácticas violentas que exceden el campo de juego.

La víctima, por el contrario, era un adolescente humilde, estudiante de Derecho, hijo de una pareja de inmigrantes paraguayos. El padre es portero de un edificio y la madre cuida a personas mayores. Fernando era su único hijo.

Las filmaciones y los chats que intercambiaron los victimarios demostraron que no tenían remordimiento alguno sobre la muerte de Báez Sosa. Planearon qué decir, cómo manipular pruebas. Se cambiaron de ropa y algunos de ellos incluso se fueron a comprar después una hamburguesa. Como si nada hubiera pasado.

Para peor, cuando los policías los interrogaron, afirmaron que el responsable del crimen era Pablo Ventura, un deportista de remo que vivía en Zárate, la misma localidad que ellos.

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