Luis Barragán: Reinvención de la política

Luis Barragán: Reinvención de la política

Luis Barragán @LuisBarraganJ

Demasiado lejos estamos de pretender dar lecciones sobre un asunto tan complejo y, a la vez, tan sencillo que, faltando poco, está integrado a nuestra propia naturaleza humana. Concebir y hacer la política, aunque se la niegue y combata (siendo el otro modo de concebirla y hacerla, excepto que hablemos del extremo y asfixiante totalitarismo), requiere obviamente de la comprensión, captación y voluntad del otro y de los otros, pero igualmente de una profunda convicción personal que sólo la experiencia puede perfeccionar.

Por supuesto, hay una técnica, un tecnicismo y, hoy más que nunca, una tecnología para idear y realizar la política, pero ninguna de estas facetas puede suplantarla como una radical experiencia humana, con sus bondades y maldades. O mejor aún, con esa mezcla inevitable del trigo y la cizaña que cuesta tanto separar, llenando de matices nuestros actos.

Son varias las perspectivas y expectativas para razonar e imaginar la política, realizándola: unas más humanistas que otras, orientadas al bien común, al mismo tiempo que para prefabricarla y delictuarla, como ha ocurrido en el presente siglo venezolano dándole sustento e inspiración al Estado Criminal. Por cierto, favorable al régimen, ha dado ocasión para una rivalidad entre una dirigencia moralmente pura e impura que naturalmente apunta a una determinada ética en curso, no otra que la de la molicie.





Es fácil expresarlo: hay que reinventar la política en Venezuela, pero cada vez es más difícil reivindicarla, argumentarla y hacerla, frente a un régimen que ha pasado de la anti-política a la no-política. No da tiempo para un prolongado y hondo ejercicio académico que diga de la complicada tarea de reivindicación, pero, apalancados por su humana sencillez, ha de significar el redescubrimiento de las instituciones y su valor, del compromiso político y su sentido vital, de los partidos y demás organizaciones de la sociedad civil y su naturaleza, de la opinión pública y su dinámica, aunque nos encontremos en la edad de piedra, pues, convengamos, hemos retrocedido casi inadvertidamente a la barbarie.

Con todos los aciertos y fallas, tuvimos una larga tradición política que, a finales de la centuria pasada, lanzó el magnífico reto de una renovación, además, esperada, con el doble fenómeno de la descentralización y del multipartidismo. Esto que se ha dado en llamar chavismo, faltando una denominación más acorde a una caracterización histórica de largo plazo, nos retrotrajo a tiempos que creímos definitivamente superados: tan recurrente la emergencia social, nos condujo a la catástrofe humanitaria; fusionándose con él, ultrapartidizó al Estado; superando el ámbito administrativo, pugna por corromper completamente a la sociedad; simulándola, brega publicitariamente por una democracia que no es tal; y, además, libra una guerra no convencional contra la población que huye o intenta huir desesperadamente.