Las “amistades peligrosas” de la UE para olvidar a Putin: Arabia Saudí, Venezuela o Azerbaiyán se hacen hueco como socios energéticos

Las “amistades peligrosas” de la UE para olvidar a Putin: Arabia Saudí, Venezuela o Azerbaiyán se hacen hueco como socios energéticos

La UE cambia a Rusia por otros socios energéticos. Carlos Gámez

La Unión Europea no quiere saber nada de Rusia, pero, como en su momento dijo Josep Borrell, la dependencia energética de Moscú por parte de los 27 “ha llegado demasiado lejos”. Ahora, para deshacerse de esa losa, la Unión tiene que buscar nuevos compañeros de viaje y para ello ha abierto directamente la caja de la realpolitik. No se pregunta demasiado, simplemente se es pragmático y por eso parece importar poco que muchos de esos socios sean a veces poco recomendables: autocracias o países con conflictos internos que, como Rusia, tienen la sartén por el mango en lo que se refiere a los recursos naturales. En la lista, por tanto, aparecen algunos como Catar, Egipto, Azerbaiyán, Venezuela o Arabia Saudí.

Por 20minutos.es

A nivel global, a mediados de julio, la UE firmó un acuerdo con Azerbaiyán para duplicar el suministro de gas desde el país asiático hasta 2027. Los azeríes, por ejemplo, mantienen un conflicto congelado -y con aumento de tensiones puntuales- con Armenia en Nagorno Karabaj. “Esta es una importante ruta de suministro para la UE que abastece, actualmente 8.100 millones de metros cúbicos de gas al año. Expandiremos su capacidad hasta los 20.000 millones de metros cúbicos anuales en los próximos años”, sostuvo Ursula von der Leyen tras la firma del pacto.





El Cáucaso se ha convertido en una vía realista para la Unión, incluso pese a la potencia de Putin en la zona. No en vano, Rusia ejerce precisamente de ‘mediador’ entre Azerbaiyán y Armenia. Además, Ilham Aliyev, presidente azerí desde 2003, representa en cierto modo las características de un autócrata. El país es asimismo un firme aliado de Turquía y aunque está desmarcado de Rusia quiere jugar su posición estratégica para convertirse en un elemento fundamental para el futuro de la UE a nivel energético. Sin ir más lejos, Azerbaiyán ya importaba a la UE el 4,5% del total del crudo que importa Europa, según datos de Eurostat.

Pero donde más han puesto el foco los países del bloque comunitario es en Oriente Medio. Y ahí aparece Catar. Ya antes del inicio de la invasión rusa de Ucrania tanto Ursula von der Leyen como el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, hablaron con el emir Tamim bin Hamad al Thani para asegurar un suministro energético firme y calificaron al país como un “socio fiable” a esos niveles frente a la inestabilidad que provocaba Moscú. “La fiabilidad de Catar como proveedor energético es importante para la seguridad energética de la UE y los suministros de gas”, expresó entonces Michel.

España, de hecho, se ha convertido en un buen ejemplo de eso y la visita de Al Zani hace unos meses sirvió para estampar la firma con la mirada puesta en 2024. ¿Por qué? Porque para ese año Catar prevé pasar los actuales 77 millones de toneladas métricas ™ a 110 y su intención es que estos 33 millones de tm extra sean vendidos a países con los que mantiene una “asociación estratégica”, como en el caso español. Y esto en Madrid se considera un avance incluso aunque la dependencia rusa es mínima (menos de un 12%).

Mucho más polémico es el caso de Arabia Saudí, que es el cuarto importador de petróleo para la UE (7,7%) del total y que para algunos Estados miembros está llamado a ganar protagonismo en los próximos años. Incluso aunque el precio a pagar sea muy alto: los acuerdos con Riad pasan por ‘rehabilitar’ como interlocutor a Mohamed Bin Salman, el heredero príncipe saudí implicado directamente según los investigadores en el asesinato del periodista Jamal Khashoggi en Estambul. Se ha corrido un tupido velo en este sentido y tanto el presidente griego, Kyriakos Mitsotakis, como el líder francés, Emmanuel Macron, dieron buena cuenta de ello. En el caso del galo incluso recibiendo a Bin Salman en el Elíseo, no sin críticas.

“Podemos proporcionar a Grecia y al suroeste de Europa energía renovable mucho más barata“, le dijo el príncipe a Mitsotakis. Y en la misma línea fue su encuentro con Macron. “El presidente de la República y el príncipe heredero de Arabia Saudí han subrayado la necesidad de encontrar una solución al conflicto [en Ucrania] e intensificar la cooperación para atenuar los efectos en Europa, Oriente Próximo y el mundo”, expuso el Gobierno galo tras el cara a cara en París. Asimismo, Arabia Saudí es un actor fundamental dentro de la OPEP por lo que su papel será decisivo para estabilizar los precios del petróleo, pues es el principal exportador en todo el mundo.

Egipto también quiere su trozo de pastel aunque sea de manera indirecta. El país forma parte de un acuerdo alcanzado entre la UE e Israel, pues serán los puertos egipcios los que sirvan de punto de inflexión. El gas llegará hacia Europa desde Israel, pero tendrá que ser licuado en la costa del país africano. Egyptian Natural Gas Holding Company (EGAS) y la italiana Eni firmaron el pacto final. Se trató de un acuerdo, según El Cairo, “en el marco de las asociaciones estratégicas entre Egipto e Italia en muchos campos, especialmente el de la energía, donde Eni es un socio estratégico para el sector petrolero egipcio”.

Venezuela tampoco es una excepción en este giro, aunque de momento solo se ha convertido en una casi prioridad para Estados Unidos y no tanto para la UE. Washington ha decidido suavizar las sanciones contra el régimen de Nicolás Maduro dados sus importantes yacimientos petrolíferos, y la Unión puede ir por el mismo camino. “Expresamos la intención de fortalecer la cooperación en materia de energía, medioambiente y salud, entre otros temas de interés mutuo para nuestros pueblos, así como la cooperación entre los bloques regionales”, escribió hace un mes el Canciller venezolano, Carlos Faría, tras verse con emisarios del Servicio Europeo de Acción Exterior.

¿Y si la salvadora es Noruega?

Después de todo, la pregunta es si la UE realmente necesita acudir a estos socios. Noruega podría ser la respuesta. A finales de junio, Bruselas y Oslo llegaron a un acuerdo para aumentar las entregas de gas. Así, el Gobierno noruego calcula que los envíos del país hacia la Unión puedan aumentar un 8% hasta los 122.000 millones de metros cúbicos este año. Noruega es el mayor productor de petróleo y gas de Europa, con una producción que contribuye “de forma significativa” a la seguridad energética europea al suministrar aproximadamente un cuarto del consumo de gas de los Estados miembros, según expresó la Comisión Europea, que también ve con buenos ojos el hecho de que el país esté por debajo de la media en emisiones contaminantes.

En conclusión, el plan de la Comisión es claro, pero de la teoría a la práctica hay mucho trabajo. La meta pasa por reducir en dos tercios las importaciones de gas ruso ya en 2022, aumentar las reservas propias al 90% y acelerar los acuerdos con otros socios, además de abrirse a que se limiten los precios dado el efecto dañino que está teniendo el contexto actual en los consumidores. “Un sistema energético basado en gran medida en las energías renovables y una mayor eficiencia energética es la solución más rentable para reducir nuestra dependencia de los combustibles fósiles en los hogares, los edificios y la industria”, explica Bruselas. La meta última es acabar con esa dependencia “antes del año 2030”. El tiempo dirá.