Pánico sobre el asfalto: el precio de la gasolina no deja de subir en EEUU

Pánico sobre el asfalto: el precio de la gasolina no deja de subir en EEUU

SHM50 – MIAMI (FL, EEUU), 05/10/2016.- Foto archivo / EFE/Giorgio Viera

 

 

El precio de la gasolina sigue creciendo en Estados Unidos, y con él el pánico de millones de conductores en Los Ángeles, la gran ciudad motorizada en Estados Unidos. Las marquesinas de centenares de estaciones de servicio mostraron la semana pasada precios que se acercaban a los ocho dólares por galón. La subida de los precios ha dado una tregua este fin de semana, pero los expertos aseguran que la gasolina y el diésel seguirán provocando inquietud tras el volante en semanas de presión inflacionaria y por la guerra en Ucrania.





Por El País

“Es una locura”, define la situación Beth Rooney, una diseñadora de 26 años en una gasolinera de Culver City, donde el viernes el precio del galón rebasaba los seis dólares. “Afortunadamente, yo puedo seguir trabajando desde casa, pero muchos de mis amigos ya han vuelto a las oficinas solo para ver cómo sus sueldos se evaporan… cada vez es más difícil llegar a fin de mes”, afirmó Rooney, a la que cuesta un 30% más llenar el tanque de su Kia Soul desde hace algunas semanas.

El incremento del combustible coincide con una vuelta a la normalidad. Aunque algunos pueden seguir trabajando de forma remota, son millones de personas las que han vuelto a trabajar en California, uno de los últimos Estados que relajaron las medidas de la pandemia. La entidad podrá vivir una sequía crónica desde hace décadas, pero las últimas semanas han provocado un desasosiego generalizado por el líquido más vital para el Estado: la gasolina.

Joel, un jardinero salvadoreño de 32 años, está lidiando con los altos precios en una ciudad donde, en promedio, un vehículo recorre 34 kilómetros al día. Hace unos días, encontró en el barrio de Castle Heights, en el centro de la ciudad, una estación con el galón a menos de seis dólares en la misma zona donde poda jardines dos veces por semana. “Tuve suerte porque trabajo por aquí y no tengo que estar manejando para encontrar precios más baratos. Como dicen, Dios aprieta, pero no ahorca”, ríe, pero se pone serio momentos después al confesar que está cerca de pedir más dinero a sus clientes. Y teme perder trabajo si aumenta sus precios. “Está difícil la situación, y ni para cuándo haya solución”, dice.

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