A 22 años de la Tragedia de Vargas: cronología de tres días de terror en palabras de un sobreviviente (Parte I)

 

 





 

Venezuela recuerda este diciembre a las miles de víctimas mortales del mayor desastre natural ocurrido en la historia contemporánea del país, después del terremoto de 1812: la tragedia de Vargas.

Francisco Ramírez (*), uno de los supervivientes de este deslave acontecido en 1999, hurgó en su memoria para revivir, de forma cronológica, aquel fatídico 15 de diciembre que marcó un antes y un después en la vida de los varguenses.

Por Ana Guaita y Melany Muñiz / lapatilla.com

Día 1: El inicio de la tragedia

Como es común en esta época del año, llovía con bastante frecuencia. Sin embargo, durante ese diciembre, la temporada de aguaceros había sido más intensa que de costumbre. Al acercarse la fecha que definió gran parte de la historia de la entidad costera, las precipitaciones eran cada vez más constantes. “El 15 de diciembre amaneció lloviendo muy fuerte. No paraba de llover. Ese día fue el peor“, recordó Francisco, residente de Maiquetía, una de las zonas que sufrió “menos”.

A la fecha, con las lluvias de los días anteriores, en las zonas del este como Los Caracas, Carmen de Uria, Naiguatá y Caribe, se habían desbordado varios ríos y muchísimas familias se estaban viendo afectadas.

Carmen de Uria fue uno de los sectores que desapareció con el paso del deslave de Vargas en 1999.

 

A eso de las 8:00 de la noche las lluvias se intensificaron y el río Piedra Azul comenzó a crecer con mucha rapidez“, señaló Francisco, al mismo tiempo en que detalló que la corriente de agua se llevó parte de las calles. También una estación de bombeo de agua, que logró que decenas de postes eléctricos perdieran estabilidad y cedieran ante la fuerza del río.

A la par de esa crecida, se desbordó el río Quebrada Seca, adyacente al sector. Tanto Francisco como su familia quedaron atrapados entre los dos cauces. “Me tocó vivir algo bastante fuerte. No había luz y el río sonaba muy fuerte, parecía un terremoto“, dijo.

El miedo, lejos de paralizarlos, los motivó a unirse a un grupo de personas para buscar un lugar seguro donde pasar la noche. Pero el río, que ya alcanzaba alrededor de siete metros de altura, se llevó arrastradas a cuatro personas delante de sus ojos. “Nos tuvimos que devolver. En ese momento, un poste explotó y nos quemó a todos. Todos tuvimos quemaduras“, lamentó.

Una vez que el cauce bajó, retomaron el camino. Llevaban en sus espaldas a los adultos mayores. Tras cuatro o cinco horas caminando y saltando a través de los techos, lograron llegar a la Iglesia San Sebastián de Maiquetía (que se encontraba a escasos metros del lugar donde estaba Francisco y el grupo de personas). Allí pudieron estar a salvo. Al menos por unas horas. “Ya eran las 6:00 de la mañana del 16 de diciembre”, aseguró.

La tragedia de Vargas dejó a miles de familias en luto y a millones sin hogares / AFP PHOTO / Jorge UZON (Photo by JORGE UZON / AFP)

 

Día 2: Los saqueos se apoderan del estado

El templo se encontraba repleto de gente herida, sin ropa y desesperada, pues habían perdido a sus familiares o conocidos más cercanos.

Para Ramírez, el verdadero caos comenzó cuando el río amenazó con meterse por la parte de atrás de la iglesia. “Comenzamos a buscar piedras para cerrar la puerta y que no se metiera el río… No lo pudimos controlar”, se quejó.

Simultáneamente, los saqueos decían “presente” en los locales adyacentes a la Plaza Lourdes. Los policías, por su parte, intentaban calmar la situación “a punta de ametralladoras”.

“A las 10:00 u 11:00 de la mañana comenzaron los saqueos. Se metían en la panadería Mr. Pan, en los negocios de electrodomésticos, robaron lo que pudieron”, relató. Los funcionarios irrumpieron varias veces en la iglesia, con pistolas en las manos, para hallar a los responsables de los actos vandálicos.

Día 3: El choque con la realidad

Para el día 17 de diciembre, ya habían bajado el cauce de los ríos. Muchas familias pudieron retornar a sus casas. En el caso de Ramírez, no fue así: la mitad de su vivienda estaba tapeada. Aunado a esto, les habían robado comida, ropa y electrodomésticos.

“Mucha gente esperó esta oportunidad para saquear sin pudor”, condenó al recordar aquellas imágenes.

 

Sin más opciones, volvieron a la iglesia. Al mediodía de ese mismo día, el padre lanzó una advertencia que los hizo temblar: por la cantidad de muertos que había, era necesario abandonar el estado.

“Decidimos irnos a La Guaira y, estando en El Cantón, evaluamos lo que el padre de la iglesia había dicho sobre riesgo que implicaba seguir en el estado. Si no nos moríamos en la tragedia, nos íbamos a morir por una epidemia”, manifestó.

Les tocó abordar una fragata de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) con rumbo a Puerto Cabello. A su paso, chocaron con varios cadáveres que flotaban en las costas. “Tuve esa imagen en mi cabeza cerca de tres o cuatro meses”, reflexionó.

Subrayó que tuvieron que poner bolsas alrededor del barco como una especie de armadura para evitar más tropezones con los cuerpos sin vida. “Llegamos a Puerto Cabello y estuvimos en un centro de acopio durante dos días, durmiendo en el piso y comiendo solo pasta o arepa con sardina”.

Francisco estuvo hasta el 15 de enero del año siguiente en Falcón, en casa un familiar. Regresar a casa fue todo un desafío que involucró arduo trabajo, mucho dolor y, sobre todo, un sentimiento de que nada volvería a ser igual.

Ésta es solo una historia de las de miles que quedaron bajo tierra por el paso de este desastre natural… La cotidianidad en Vargas no volvió a ser la misma, la cicatriz de esta gran herida quedará tatuada con tinta indeleble en la mente y los corazones de cada varguense.

(*) El nombre fue modificado para proteger la identidad de la víctima.