Luis Barragán: De la simplicidad generacional

Luis Barragán @LuisBarraganJ

De un modo u otro, ha vuelto el discurso generacional en Venezuela para explicar los fracasos y avistar los posibles triunfos de la oposición. Se ha hecho sentir José Ortega y Gasset, uno de los más decididos y entusiastas propulsores de la tesis que, por cierto, tradujo José Giacopini Zárraga, entendiendo nuestra historia como una sucesión más o menos exacta de ciclos.

Hay quienes apostaron por el paso decisivo de la generación de 2007, intentando comprender lo ocurrido luego de los comicios parlamentarios de 2015. Otro, apuntan ahora a la generación de 1998, como la que está a punto de capitalizar los mejores esfuerzos para recuperar las libertades públicas en este lado del mundo.

Por lo pronto, convengamos, las generaciones políticas, o promociones generacionales, como las llamó Mario Torrealba Lossi, no son compactas u homogéneas, porque – desde el principio – Rómulo Betancourt y Arturo Uslar Pietri tomaron caminos distintos, por muy coetáneos que fuesen, como en 1928, por ejemplo. A veces, incurrimos en absurdas generalizaciones que, faltando poco, no toman en cuenta al contrapuesto oficialismo y sus relevos en marcha.





Acotemos, con el propio Ortega, está la que llamó la generación delincuente, la que marca la decadencia, como antecedente de la preparatoria y de la innovadora. Y no es aventurado asegurar su existencia en una u otra acera de la Venezuela actual.

Así las cosas, debemos ir más allá y, al menos, constatar que algo tiene una mayor profundidad detrás del escenario de las negociaciones en México o del itinerario de Alex Saab. Hay un sentido de mayor hondura que la simple mecánica generacional, moviendo la historia.