Silencio oficial arropa las cifras de las muertes infantiles en Venezuela

El bebé recién nacido de Briggite Pérez (19) se ve descansando en una camilla antes de ser trasladado a la guardería del Hospital Universitario de Caracas el 26 de diciembre de 2020. (Foto de Yadira PEREZ / AFP)

 

El rostro de la mortalidad infantil lleva a 30 años atrás con 25.7 casos por cada mil niños, según el reciente estudio de la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi). Demuestra que no hay mejoría en esa base que empieza por la salud materna por la falta de control prenatal ni tratamiento para los niños y a lo cual se une la falta de información oficial desde hace 5 años y la falta de políticas preventivas que permitan más acceso a la debida alimentación, orientación y acompañamiento con accesibilidad a la atención oportuna desde los centros asistenciales públicos.

Por Guiomar López | LA PRENSA DE LARA





Una bomba de tiempo, tan explosiva que empieza desde la falta de respuesta frente a embarazadas que ya vienen sobreviviendo a un proceso de desnutrición, sin el control prenatal o llevado de manera irregular. Una secuela de ese 94% de pobreza generalizada registrada desde Encovi y del cual 76,6% corresponde a pobreza extrema, sin el poder adquisitivo o apoyo con un plan fijo de entrega de vitaminas ni la sensibilización para tomar conciencia de la importancia de dicho seguimiento.

Se trata de un proceso tan inflamable, donde la madre por la falta orientación, puede ser adolescente, termina arrastrando a su hijo. Un bebé con la formación comprometida sin el debido seguimiento médico y con la posibilidad de terminar de adelantarse como prematuro, que amerita otros cuidados especiales, con riesgo de padecer por patologías congénitas o sobrevivir a infecciones.

José Félix Olleta, exministro de Salud, tiene reserva al no confirmar alguna cifra ante la falta de respaldo desde la data oficial. Pero considera como una “fantasía” el dato aportado por el Estado en febrero pasado, acerca de un posible bajón de 14 a 10 de cada mil niños en 2020. “No se ha presentado la información completa sin conocer las memorias y cuentas que permitan tener datos exactos”, dice al tiempo que se queja de lo limitado para realizar una evaluación de la gestión.

Critica que se reservan en una opacidad desde 2015, cuando es la obligación del Estado con el aporte de datos cotejables. Hay un subregistro de información epidemiológica y con pandemia por covid-19 sin registros ni historias. “¿Cómo validamos y saber si es verdad?”, se pregunta al lamentar que no se tienen los boletines semanales y ni anuarios de mortalidad desde hace 6 años. Hasta algunos datos que les suministran a la Organización Mundial de Salud (OMS) pueden tener una desactualización de 3 años.

Desde el estudio de Encovi, los menores de 5 años están afectados por problemas de salud, con 39% de niños que no recibieron atención médica por falta de recursos de sus padres y fueron automedicados en sus casas. Las infecciones respiratorias representan 61%, mientras la segunda causa más notable es la diarrea en 22%, cuando se tienen organismos tan vulnerables que fácilmente se descompensan por la desnutrición.

Ese lamento desde las muertes infantiles silenciadas, también es sentido por Huniades Urbina, desde la Sociedad Venezolana de Pediatría y secretario general de la Academia Nacional de Medicina, al recordar ese precedente en 2016 con un incremento de más de 30% en comparación con el año anterior, siendo una de las cifras más altas de Latinoamérica y que luego de dicha difusión, el Gobierno destituye a la ministra de Salud, Antonieta Caporale. De hecho, Unicef conoció que 64% derivó principalmente de problemas en el embarazo y hasta en ese lapso comprendido entre los 42 días postparto.

El lazo negro se ha extendido con más fuerza hacia los bebés prematuros de bajo peso y con el desarrollo de ciertos órganos en pleno proceso. Víctimas de ese desconocimiento por la falta de información en las incidencias del debido control prenatal, como ese chequeo mensual que orienta en los niveles adecuados durante la gestación.

“La responsabilidad sigue siendo 100% del Estado con hospitales colapsados”, señala Urbina de esa prioridad que se le ha dado al covid-19 frente a otras patologías. Los operativos no han sido consecuentes y ni siquiera con el suministro de medicinas de calidad. Una de las consecuencias que atribuye a la emergencia humanitaria detectada desde instancias internacionales y se expresan en esa necesidad diaria de los venezolanos por resolver desde el diagnóstico, tratamiento y demás.

Es un escenario de poco respaldo para esa madre, muchas veces sin preparación para esta nueva responsabilidad que asumirá de por vida. Un recordatorio de 65% de incremento de embarazo precoz desde 2015 en Venezuela, según Amnistía Internacional y de ese organismo sin las condiciones que pueden llevar a la mortalidad materna, tal como lo reseñó el Laboratorio de Desarrollo Humano (Ladeshu), en mayo de 2021 sobre la situación en el Hospital Central Antonio María Pineda de Barquisimeto, con la incidencia de 44% de hipertensión, 26% de complicaciones en gestación, 19% hemorragias y 11% infecciones. Todo ante ese 75% de embarazadas que necesitan de tratamiento antihipertensivo.

Va al extremo

Es toda una avalancha que tampoco olvida a ese grupo golpeado por las muertes violentas de menores, tal como lo reflejan desde los Centros Comunitarios de Aprendizaje (Cecodap), especializados en la promoción y seguimiento de los derechos de niños y adolescentes junto al Observatorio Venezolano de Violencia (OVV). En septiembre de 2021, reportaron 3.738 decesos desde 2017 hasta 2019, de los cuales 545 caen en operativos policiales y de allí, 26 ni llegaban a los 12 años de edad. Los trastornos psicológicos, al punto de la depresión también llevaron a la tragedia desde enero hasta agosto de 2021 con 222 suicidios infantiles. Víctimas de las limitaciones socioeconómicas, a veces de la migración de sus padres en busca de mejor calidad de vida y hasta de maltratos o abusos de familiares tan cercanos como padres, abuelos o padrastros.

Desde raíz

Cuando Carlos Cabrera, ginecobstetra y especialista en Medicina Materno Fetal, se refiere al tema también confirma la inexistencia de cifras, pero conoce desde ese soporte que representa la ausencia del control y de esas futuras madres sin alternativas para cumplir con el progresivo cuidado, desde el consumo de las vitaminas, calcio, hierro y ácido fólico.

De hecho, recuerda lo restringido que estuvo el poder conseguir hasta determinados multivitamínicos, cubiertos por la escasez y la poca existencia ante los altos costos. Lamenta que en determinados momentos se llegó a ignorar la importancia del efecto del ácido fólico, a sabiendas de la protección de defectos en columna vertebral y hasta el cerebro.

Un proceso continuo que bajo la orientación del especialista, determina los cambios y hasta el acompañamiento en la dieta, para evitar el sobrepeso que pueda contribuir a elevar valores que terminen como futuras complicaciones. Además de la aclaratoria de que más allá de la cantidad, es la calidad en nutrientes, vitaminas y demás elementos de una dieta balanceada que evite caer al fondo con la temida desnutrición o hasta el extremo de cuadros de anemia, con jovencitas que no están en capacidad de soportar esas más de 37 semanas de gestación.

La preeclampsia en su máximo estado del rango de hipertensión, es uno de los más aterradores escenarios y con una presencia tan camaleónica que puede presentarse durante el trabajo de parto. Una posible amenaza que no sólo puede atentar contra la madre, sino también de ser tan implacable y llevarse la vida del niño.

Con tantas amenazas, las parturientas van encomendadas a la fe en Dios para salir airosas de una cesárea o parto natural. Apuestan a la vida, pese a una debilitada base en el descuido durante el embarazo y hasta al acompañar a sus hijos, velar por un estado de salud que puede comprometerse hasta por cuadros diarreicos que debilitan y terminan de sentenciar al colapso, ante la desnutrición imperante durante la infancia.

Señalan descenso en 60%

Con las cifras más recientes de Javier Cabrera, director regional de Salud, ofrecidas a inicios de octubre de 2021, se conoció de la disminución del 60% en la mortalidad infantil en Lara y teniendo como referencia a uno de los picos más altos, de 777 casos en 2016.

Confirmó que los resultados positivos se deben al reimpulso que vienen aplicando con la red de apoyo comunal y ese objetivo de atacar a la vez a la mortalidad materna con las adecuaciones y ganancia en espacios. De allí, que cuentan con 59 salas de bajo riesgo y la planificación de electivas en municipios.

También confirma que la mayor atención en el sistema de salud público viene dada por partos, al considerar que entre 60% a 70% corresponden a los mismos. Las cesáreas son debidamente justificadas y de acuerdo a la referencia médica o alguna complicación de último momento, donde se pueda comprometer la vida de madre e hijo.

La Prensa intentó obtener más detalles, pero no se concretó la comunicación con la autoridad regional sanitaria.

La pobreza pasa dolorosa factura

A las fallas de sensibilización, la cruda realidad de la pobreza en 94% de la población reflejada por Encovi termina de complicarse a más de 76% en grado extremo. Una preocupación que conmueve a Huniades Urbina, desde la Sociedad de Pediatría, ante la falta de recursos de las madres que quedó en evidencia con la compleja emergencia humanitaria, reconocida por la ONU.

Su angustia empieza por el deterioro notable en la mayoría de centros asistenciales y de las limitantes que pueden empezar por la dificultad de traslados. Además, que prácticamente sólo casi el 6% tiene acceso a un seguro médico de alto monto dolarizado, dieta balanceada y medicinas.

Los niños terminan más vulnerables

Frente a ese 22% de casos de mortalidad materna afectados por diarreas, según Encovi, se tiene una radiografía del efecto por las deficiencias en los servicios públicos, donde el agua no es de suministro fijo.

Según Luzmila Leal, coordinadora de Médicos Unidos Lara, se debe considerar el estado de salud de muchos niños en desnutrición y que terminan más vulnerables. Expuestos ante la necesidad de los padres por conseguir el líquido desde reservorios o sin la potabilización. Se insiste en hervir el agua y evitar cuadros que puedan deshidratar o complicar al extremo el delicado estado de salud de los niños.