El joven de 17 años al que mataron por nadar en una playa reservada para blancos y que desató la feroz masacre racial de 1919

“La limpieza étnica era el objetivo de los manifestantes blancos”, dijo William Tuttle, profesor retirado de estudios estadounidenses en la Universidad de Kansas (AP)

 

Era el día 27, el último domingo de julio de 1919. Caía un sol pesado en la ciudad de Chicago, en el estado de Illinois. Estados Unidos pasaba un acuciante verano y Eugene Williams, de 17 años, llegaba al lago de Michigan con cuatro amigos en la parte trasera de un camión que repartía frutas y verduras. Habían escondido una suerte de bote en los arbustos. Ingresaron por la playa número 25 y empezaron a navegar sin concentrarse en las restricciones, en los límites invisibles. No sabían que estaban por protagonizar un hecho crucial y significativo en la historia de la nación.

Por infobae.com





El bote se alejó de sus fronteras permitidas. Irrumpieron en la playa número 29, un sector delimitado por líneas imperceptibles que la comunidad de piel blanca de Chicago había asignado como propiedad privada para no compartir sus momentos de ocio con gente de piel negra. Brotaban, por entonces en los Estados Unidos, tensiones de odio racial por una corriente migratoria de negros del sur que huían hacia rumbo norte por las sanciones de leyes opresivas que consolidaban el racismo y la brutalidad. La población afroamericana significaba una amenaza para la estabilidad laboral de los inmigrantes europeos. Los blancos del norte se predispusieron a rechazar la intervención cultural de los negros del sur.

Cuando George Stauber, un hombre de piel blanca de 24 años, vio a los jóvenes invadiendo “su” playa, empezó una violenta reprimenda. Una piedra impactó en la frente de Williams. Cayó inconsciente en el río. Se ahogó. Murió. Lo mataron. Sus amigos corrieron a pedir ayuda. Cuando sacaron el cuerpo sin vida del joven de 17 años, testigos negros señalaron a Stauber como el responsable. Daniel Callahan, el oficial de policía que se encontraba en la escena, se negó a detenerlo y se encargó de protegerlo.

“Incluso si Eugene Williams no recibía un piedrazo, casi seguramente hubiera habido un estallido de violencia en gran escala en Chicago”, comentó Brad Hunt, vicepresidente de la Biblioteca Newberry de Chicago (AP)

 

El cruel suceso de segregación y discriminación racial tuvo una primera reacción casi por impulso. Se desató una pelea en la playa de negros contra blancos con el saldo de un único detenido: un negro. Ese caluroso domingo 27 de julio de 1919, en tiempos de posguerra, de protestas laborales y de movilizaciones migratorias, comenzó en los Estados Unidos un polvorín racial que había explotado en una playa de Chicago por un grupo de jóvenes que habían cometido el pecado de ingresar a una playa reservada para personas con otro color de piel.

Fueron ocho días de matanzas. El período quedó registrado en la historia como el “Verano Rojo”. El epicentro del conflicto fue Chicago, pero la violencia se extendió a 18 estados. La Sociedad Histórica de Chicago informó que fallecieron en total 38 personas -23 negros y 15 blancos- y hubo más de 500 personas heridas. Se desató una caza, un motín: se libró una revuelta popular con turbas de blancos conquistando barrios negros, provocando incendios, destrozos y muerte. Eran blancos intentando imponer su dominio y terror.

El alcalde William Hale Thompson rechazó el ofrecimiento del gobernador Frank Lowden de disponer de las fuerzas de seguridad para promover el orden. Omitió cualquier tipo de intervención pacífica. Asumió una actitud totalmente pasiva y cómplice con las columnas de odio racial que se desperdigaban por las calles. Los atacantes reventaban casas y fusilaban, golpeaban y expulsaban a los negros. La ciudad se convirtió en reguero de sangre. Los comercios empezaron a cerrar por miedo a los vándalos. Bastó que la actividad comercial se paralizara para que Thompson comprendiera que debía promover la paz con la acción de las fuerzas públicas.

Desde 2019, Lori Lightfoot es la alcaldesa de Chicago. Su piel es negra. Sin embargo, el portal 24/7 Wall St. dijo que Chicago era la segunda ciudad más segregada del país, superada solo por Detroit (AP)

 

“Nos preparábamos para ir a una fiesta, cuando oí a mi tío decir: ‘Ahí vienen’”, recordó Juanita Mitchell en 2019, a sus 107 años, en declaraciones con Associated Press. Los que venían era un grupo de personas de piel blanca que avanzaba por una calle de South Side, en Chicago. Su tío le dijo que se escondiera debajo del piano de la casa y se plantó frente a la puerta con su arma por si los violentos ingresaban. “Estaba listo para la pelea”, describió la mujer cuando se cumplió un centenario de la matanza.

Los medios, por entonces, no hacían eco del “Verano Rojo”. Estados Unidos quería exhibir una idea de democracia segura cuando el mundo estaba emergiendo de la Primera Guerra Mundial: la revuelta por motivos raciales no contribuía a la construcción de esa imagen. Las noticias de época que perduran de esos tiempos reproducen miradas sesgadas de los hechos: los periódicos asignaban responsabilidades a la comunidad negra de los incendios, pero un informe del Departamento de Bomberos demostró que la mayoría de los focos habían sido causados por los blancos.

William Tuttle, profesor retirado de estudios estadounidenses en la Universidad de Kansas y autor de Race Riot: Chicago in the Red Summer de 1919 (Motín racial: Chicago en el Verano Rojo de 1919), dijo que “la limpieza étnica era el objetivo de los manifestantes blancos”. “Querían matar a la mayor cantidad posible de negros y aterrorizar al resto hasta que estuvieran dispuestos a irse y vivir a otro lugar”, advritió. “La gente perdió el sentido de existir dentro de una comunidad civil compartida”, distinguió Adam Green, profesor asociado de historia en la Universidad de Chicago. Por su parte, Saje Mathieu, profesor de historia en la Universidad de Minnesota, entendió que “las personas que sobrevivieron al Verano rojo criaron a las personas que fueron íconos del movimiento por los derechos civiles”.

En una semana de disturbios, entre el 26 de julio y el 3 de agosto de 1919, murieron 38 personas -23 negros y 15 blancos- y más de 500 resultaron heridas

 

Eugene Williams, el niño que muerto desencadenó otros 38 decesos, fue enterrado en una tumba sin nombre. 102 años después, exactamente el sábado 24 de julio de 2021 a las 15:50 de la tarde se inauguró su lápida en el Cementerio Lincoln de Blue Island por el esfuerzo del Comité Conmemorativo de Eugene Williams. Son quienes reclaman una revisión histórica del caso y quienes imploran una reivindicación para las víctimas, dado que no hubo intervención alguna de la justicia.

La relevación de la primera lápida de la primera víctima de la masacre de Chicago en 1919 fue un evento conmocionante para la comunidad. Cientos de ciclistas recorrieron el sur de la ciudad para promocionar el recuerdo de Williams y visibilizar la segregación y la resistencia de los negros. Durante el homenaje en el cementerio, habló Adan Green: “Eugene Williams, descanse en paz. Sepa que volvemos un siglo para abrazarlo y celebrarlo. Sepa que estamos trabajando para construir una ciudad mejor. Una en la que aquellos como tú disfruten de nadar, jugar, aprender, crecer y ser los seres humanos que claramente eras hasta ese día de verano”.