Comienzan los Juegos de la pandemia: Quiénes son los favoritos, y cuáles son las claves de toda la competición

Comienzan los Juegos de la pandemia: Quiénes son los favoritos, y cuáles son las claves de toda la competición

Ilustración sobre los Juegos Olímpicos de Tokio, los de la pandemia.HENAR DE PEDRO

 

 

 





‘Parece mentira, pero se van a celebrar los Juegos Olímpicos de Tokio’, dicen los ilusionados deportistas, cinco años seguidos de sacrificios y esfuerzos en pos de la gloria eterna. La desilusión en 2020 ha mutado y hoy es todo incertidumbre, ansia por competir. Nada importa, ni las decenas de pruebas de las últimas semanas o el encierro literal en la villa olímpica. Un sueño siempre puede tener sus pegas, pero sueño sigue siendo.

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‘Parece mentira, pero se van a celebrar los Juegos Olímpicos de Tokio’, proclaman también los ciudadanos de Tokio. Ellos no sueñan, repelen esta cita y no entienden la invasión de deportistas mientras el bicho cabalga desbocado por las calles niponas, en estado de alarma.

Pero aquí están, un año después de lo previsto llegan los Juegos. Se aplazaron 365 días buscando arrinconar al virus, pero es caprichoso y mutante, y tampoco ha querido perderse la cita. Japón no ha sido una excepción en el panorama mundial de la pandemia, un inmenso océano donde las olas van y vienen. Y en verano nos ha tocado tsunami: las consecuencias son devastadoras y por primera vez en la historia asistimos a una competición a puerta cerrada, con el cemento por testigo de tanta proeza. Esa ceremonia de apertura ante la nada o ese podio olímpico sin ovación. Lo escucharán… es el silencio.

Toca centrarse en el buffé libre que ofrecen los Juegos Olímpicos para el amante del deporte, que tiene donde elegir. Primer punto: en Tokio viven siete horas por delante, por lo que tocará trasnochar durante dos semanas. Para empezar, la ceremonia de apertura se celebrará este mediodía y la llama olímpica japonesa rivalizará a esas horas con nuestro ardiente sol.

Se busca rey y reina

Dos semanas tienen los Juegos para encontrar nuevo rey o reina. Se acabaron los tiempos de Phelps y Bolt y el Olimpo busca otro huésped a la altura del alojamiento. Todas las papeletas apuntan a la gimnasta norteamericana Simone Biles, un prodigio que logró escapar –casi ilesa– de las garras del depredador sexual Larry Nassar (pudriéndose entre rejas tras abusar de al menos 265 niñas) para desafiar el estatus de la mismísima Comaneci. Biles es la mejor deportista del planeta, ha cambiado el diccionario de su deporte desde sus 142 centímetros y lucha contra su propia leyenda, ni más ni menos. Bueno, y contra la pandemia, que coquetea de forma positiva con varios miembros de su equipo de gimnasia norteamericana. Por si acaso, la han blindado en un hotel externo.

Un peldaño bajo la pequeña Simone surge la imponente figura del armario Caeleb Dressel, el granjero de la América profunda, fervoroso creyente y anfibio desde que apenas se puso en pie. En su caso, compite tras una sombra alargada a la que sabe no podrá superar: Dressel aspira a colgarse seis medallas de oro en la piscina de Tokio, tres en pruebas de velocidad y tres en los relevos. Y aún logrando tamaña proeza, se quedará aún a dos metales dorados del milagro de Michael Phelps en Pekín 2008. No le quiten ojo, ni a él ni al pañuelo azul que no le abandona:es el objeto más importante de cuantos posee y cubrió la cabeza de Claire MacCool, su querida profesora, durante todo el proceso de quimioterapia. Cuando el cáncer terminó derrotándola, el pañuelo quedó como legado para su alumno: «Es como si ella me acompañara físicamente hasta el poyete de salida. Está conmigo en cada prueba y lo seguirá estando hasta el fin de mi carrera», repite el emocionado Dressel.

No faltarán estrellas por tierras niponas, y muchos al punto exacto de cocción: Djokovic aterriza con sus 20 Grand Slams en la mochila y ávido por seguir ganando; Pogacar se acaba de bajar del escalón más alto del podio del Tour y el Dream Team versión 2021 comienza a carburar tras sus desastrosos primeros partidos. Lo pudo comprobar España en Las Vegas, pero lo que pasa allí queda allí, y en Japón la historia puede cambiar.

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