William Anseume: Caen, nadie los levanta

Característica primordial del régimen del terror ha sido su inhumanidad. Si algo ha desconocido de la Constitución (todo) y de los derechos humanos (todos) es ese llamado a respetar los signos vitales de cualquier otro. Existe una jactancia permanente con la muerte. Un exhibicionismo del poder supremo sobre todos los demás. Característica de los cobardes con armas mortales en las manos.

Ese exhibicionismo macabro implica un mensaje que va dirigido no solo al individuo antes de morir, su familia y sus amigos; hay un recado sanguinario a la nación: lo que se mueva cae por mis manos. Lúgubre accionar de dementes. Esto ocurre a escasas horas de un pronunciamiento que pudiera ser letal para quienes dirigen (no pueden escabullirse) estos procesos, tanto como para quienes activan los armamentos coartadores de vidas.

La Cota 905 ha sido la excusa perfecta, en un escenario desproporcionado, peliculesco, repleto de armamentos, de municiones inverosímiles; con protagonistas humanos y animales: una baba, un cunaguaro; si de ficción se tratara, moviera a risa, justamente por lo descoyuntado con lo creíble; la excusa perfecta para desatar la mortandad sin límites. No exactamente en el lugar, o no solamente allí. El foco lo han puesto sobre Miranda: Los Teques, El Tuy y, fundamentalmente, Petare. Los cuerpos policiales han demostrado a diestra y, sobre todo, a siniestra su capacidad de dar muerte.





Allanan viviendas, rompen artefactos, roban, amedrentan, persiguen y acosan a la ciudadanía común. El trasfondo del asunto no estamos al cabo de saber si es teatro para convencernos de que los malandros son malos (ellos, por ejemplo) o si su fin era (es) perseguir a los máximos representantes que quedan en el país de Voluntad Popular, su fijación más extensa en el tiempo, o, tal vez, la simulación de que ahora sí están acabando con el terror de las comunidades. Lo cierto es que engrosan el expediente de la Corte Penal Internacional hasta el punto de causar lástima.

La cantidad de muertos que se suman a tantos otros, la cifra es indecible y también incontable, remarca la crueldad como principio en el trato de quienes manejan el poder para con la ciudadanía, sin distingos de ser agentes políticos, agentes delincuenciales, o agentes de nada. Se trata de producir muertes por sin razones, como un deporte extremo. Este viernes les cantan muy seguramente la cartilla. Necesitamos un país donde florezca la vida, donde se respete al otro al extremo, con consideraciones. No este continuo juego contra la existencia.