“La mente va a millón”: Seis testimonios cuentan lo que es vivir con ansiedad

La ansiedad llega a interferir en la vida diaria si no podemos tenerla bajo control Shutterstock

 

Cada día son más las personas que sufren de ansiedad, la llegada de la pandemia ha perjudicado en mayor medida el incremento de estos casos. Venezuela no es la excepción considerando la crisis que atraviesa desde hace algunos años, el miedo, la incertidumbre y los problemas económicos son cada vez más latentes.

Lismar Hernández / lapatilla.com





Maribel Díaz, psicóloga (@creceryavanzar), señala que la ansiedad puede ocasionarse por un evento importante o por la acumulación de pequeñas situaciones estresantes de la vida. Por lo general la persona siente ansiedad cuando se encuentra con sus miedos y tiene la idea que no los puede controlar.

Castro, añadió que la ansiedad es algo que todos sufrimos, es nuestro cuerpo advirtiendo que algo está por suceder, el problema radica en cuando “ella” nos quiere dominar.

A continuación, seis testimonios cuentan la realidad de lo que es vivir con ansiedad.

LA CONEXIÓN CON LA NATURALEZA HA SIDO MI MAYOR AYUDA

Pierdo el control total, mis piernas empiezan a temblar y a moverse solas. Un dolor en el pecho, como si de una aguja se tratase en el medio de él y se empujará hacia adentro. Los latidos del corazón y la respiración se aceleran.

El desespero y el miedo comienzan a invadir cada parte de mi cuerpo, camino por toda la casa y me toco la cabeza, me repito una y otra vez “todo va estar bien, esto es momentáneo” hasta calmarme. La ansiedad ha llegado de nuevo.

Luego que pasa, siento tranquilidad, la respiración es relajada pero quedó agotado y aún me impresiona lo difícil que es presentar uno. Quedó todo el día pendiente si me vuelve a pasar y con una extraña sensación, la combinación de tranquilidad y cansancio.

Para Humberto, el tema no es tabú, me gusta normalizarlo, cuando sale la conversación soy el primero en gritar “Yo tengo ataques de ansiedad”, claro tampoco es que voy contándolo por todos lados.

Mis episodios de ansiedad se desarrollaron fuertes en el año 2014, cuando me involucré tanto en las protestas de mi país, para el año 2017 el insomnio y las pesadillas se hicieron presentes. Ocurren los apagones y mis ataques de ansiedad escalaron a GRAN nivel y con el inicio de la pandemia se dio una escala más.

Así que busqué ayuda, hago terapia y comencé a aplicar nuevos hábitos a mi vida, hacer ejercicio, meditar, abrazo a los árboles y mi conexión con la naturaleza ha sido una de mis mayores ayudas, la diferencia es notoria, si vuelve el episodio son mucho más leves.

 

Atardacer desde el Volcán- El Hatillo. Cortesía HO

 

ES COMO UNA RESACA, LLORO POR TODO

Para Susana la ansiedad la detono una materia en la universidad, estudiaba día y noche, comencé a tomar café como loca para no dormir, entre en un trance, no podía dormir pero tampoco podía moverme. Estaba agitada, me comí todas las uñas y hasta comencé a morderme los dedos.

Una amiga al día siguiente me dio Alprasolam, se me fue pasando todo lo que había experimentado y de hecho tuve que retirar la materia para volver a la normalidad.

El día después del episodio es lento, “no proceso la información de lo que está pasando” es como una resaca, no tengo hambre, tengo que obligarme a comer y lloro por todo.

Antes reprimía lo que me estaba pasando, ahora lo comparto con mi psicóloga.

 

Imagen Referencial

 

EL MIEDO A QUE VUELVA A SUCEDER

Todo comenzó en marzo de este año, me molestaba con mucha facilidad y no estaba durmiendo bien, me dije “algo raro está pasando” y así fue. De la nada, sentí como me faltaba el aire, se me durmieron las manos y comencé a marear, aunque respiraba con tranquilidad no podía tomar aire.

Las piernas no las sentía, estaba muy mal, quería estar sentada y la vista se me nubló, me desvanecí.

Para Alejandra, el cuerpo se invade del temor de repetir la situación. Cuando me desmayé, era mientras me duchaba, durante días a la hora del baño sentía el temor de que podía volver a pasar

Mi mejor amigo y las consultas con mi psicóloga han sido de ayuda. Entender un poco lo que me pasaba y buscar una solución me ayudaba muchísimo a poder dormir ese día. Cuando suelo hablarlo siento un peso menos.

DOS MOMENTOS: MI SALIDA DEL PAÍS Y LA LLEGADA DEL COVID-19

 

Frontera colombo-venezolana cerrada. Imagen cortesía Migración Colombia.

 

Me falta el aire, me da taquicardia, cuando la sensación es más fuerte la mitad del cuerpo se me duerme y absolutamente todo me da ganas de llorar.

María José puede pasar todo el día llorando, pensando en que cualquier cosa mala puede suceder. Pienso mucho en lo que no pudo ser y en lo no ha sido, lo que hace que me sienta mucho peor.

Luego que pasa mi episodio, se me hace difícil hacer cualquier cosa, así sea cocinar, lo pienso demasiado y no quiero levantarme de la cama.

Me gusta hacer saber que estoy teniendo un ataque de ansiedad, aunque a veces las personas no entiendan, lo que hace que me sienta frustrada y nerviosa.

La ansiedad detonó en mi cuerpo desde que salí del país y con la llegada del Covid, se intensificó mucho más.

Las meditaciones antes de dormir, un paño frío en la nuca para relajarme, salir a caminar y alejarme de las redes y de todo, ha sido de gran ayuda.

ES MI ESTADO NATURAL DESDE QUE EMPEZÓ LA PANDEMIA

Desde que el término virtual llegó a la vida de Verushka, todo cambió. Las clases comenzaron a ser una odisea. El cansancio es terrible, no doy para nada, no me concentro, me cuesta respirar, lloro por todo y el dolor de cabeza es excesivo.

Además, hace un mes mi perrita se murió. La preocupación aumentó, el nivel de estrés era peor, ahora era el tema de la universidad y la enfermedad de mi perrita.

Llegó un momento en lo que todo me daba miedo, algo se caía y comenzaba a temblar, me imaginaba lo peor. Alguien me llamaba y pegaba un brinco como si me pegaran un susto inmenso, ando muy nerviosa o no duermo bien.

Cuando ocurren mis episodios de ansiedad, mi cuerpo lo expresa en la piel, me salen alergias como dermatitis, a los días desaparecen, otras me quedan marcadas.

 

Foto Cortesía

 

Tras superarlo, lo que quiero es dormir, me siento bien cuando logro estar en paz, busco la manera de distraerme y si es con una cerveza bien fría mucho mejor –risas-.

UNA ENFERMEDAD DE MI GENERACIÓN

Sonó el teléfono en la casa de Anais a las 6 de la mañana. El ruido me despertó de la nada, el hermano de mi abuela se había suicidado. Esa llamada detonó muchas cosas años después.

Era de madrugada, aún estaba despierta, de la nada sonó mi celular, estaba en la computadora, mis lágrimas corrían sin ningún esfuerzo, la incapacidad de respirar y de moverme me paralizaron, mi mente lo asociaba con ese evento que marco mi vida. Un episodio de ansiedad me hizo volver a terapia.

La muerte de la perrita de mi hermana y el positivo por Covid-19 de mi papá, despertó ese “monstruo” que habita en mí. Sentía mucha carga encima, no podía fijar la concentración en nada, la respiración se agita, lloro sin causa aparente, no duermo y sudo terriblemente, así no haya calor.

La ansiedad la detona algo, ella está dormida, siento que es una enfermedad que tiene mi generación. Es un “monstrico” que está ahí, te llena la cabeza de cosas y si hay algo que lo detona el volumen de esas voces aumenta. La ansiedad es como ir a millón, como si la mente va más allá de lo que puede procesar tu cuerpo. Es un hilo de pensamientos infinitos de cosas malas que se va agrandando.

Una vez que el “monstrico” apaga su voz, hago introspección, trato de cultivar mi individualidad, estar conmigo, me cuestiono mucho y me alejo de la sociedad lo más posible. La respiración y el mindfulness me han ayudado muchísimo.

 

Imagen Referencial

 

CAJA DE HERRAMIENTAS

La primera herramienta es buscar ayuda de un profesional, una intervención a tiempo es primordial para garantizar la salud mental. Además de esto, Maribel Díaz, psicóloga, recomienda:

Realizar ejercicios de relajación y/o meditación antes de dormir. Ejercicio físico con frecuencia y, si es en contacto con la naturaleza, mucho mejor. Practicar una sana alimentación. Escuchar música relajante. Evitar la sobreexposición a las noticias y reducir el uso del celular. Comparte lo que sientes con familiares y amigos. Mantener una actitud positiva a pesar de las circunstancias.