Luis Alberto Buttó: Aquel 11-S

Luis Alberto Buttó: Aquel 11-S

Luis Alberto Buttó @luisbutto3

Hay hechos que no deben olvidarse nunca. De hacerlo, con el tiempo, quienes vivieron la contemporaneidad con esos hechos, al igual que aquellos que habrán de sucederles, podrían perder la perspectiva necesaria para comprender a cabalidad el significado intrínseco de tales acontecimientos y valorar adecuadamente las consecuencias, negativas o positivas, de los mismos. Son los hechos que cambian definitivamente la vida de una sociedad, de un continente, del mundo entero. Son los hechos a partir de los cuales ya nada pudo ser lo que antes era. Hechos definitorios. Hechos que constituyen hitos realmente divisorios en la historia.

Sin duda alguna, lo ocurrido el 11 de septiembre de 2001 representa una marca de ese tipo. Como bien se sabe, ese día, entre las 8,46 am y las 9,02 am, dos aviones de pasajeros previamente secuestrados por militantes de la red terrorista Al Qaeda, fueron deliberadamente estrellados contra las Torres Gemelas de Nueva York. ¿El resultado inmediato? 3.021 personas perdieron la vida y más de 2.300 resultaron heridas, en diferentes magnitudes. Dos ataques más formaron parte del plan: uno devino fallido por la acción de los pasajeros del avión implicado; el otro se concretó causando daños menores.

Lo cierto del caso es que los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York representaron una divisoria de aguas en el memorial de espantos que el terrorismo siempre deja a su paso. Una nueva y fatídica era se abrió en función de los impactos generados. Por ejemplo, quedó demostrado que cualquier elemento hasta ese momento inimaginable como arma mortífera podía ser utilizado en tal sentido; aviones de pasajeros, en este caso concreto. Igualmente, se evidenció la capacidad de órganos terroristas de perpetrar simultáneos ataques sincronizados, con la idea de aumentar macabramente la vulnerabilidad de las posibles víctimas, consumiendo para ello escasos recursos.





De hecho, el costo total de los atentados para sus organizadores se calcula en apenas 500.000 dólares americanos, cantidad abiertamente distanciada de las cifras descomunales que hubo de desembolsarse para reparar los daños causados sobre el terreno y sufragar el conflicto bélico derivado. Todo lo anterior sin olvidar lo simbólico de los blancos seleccionados: el centro neurálgico del sistema financiero mundial y los seres humanos relacionados: 74% de las víctimas fueron personas empleados en el sector financiero.

En síntesis, para acortar el análisis, el planeta cambió radicalmente luego de aquellos atentados. Por un lado, el grado de incertidumbre de la sociedad frente al terrorismo se incrementó de manera exponencial y, por el otro, el propio terrorismo potenció la posibilidad de intimidar e impactar sicológicamente, cambiando para siempre la actitud y el comportamiento colectivo frente a estos hechos irracionales y salvajes por definición.

¿El aprendizaje para los que estamos del otro lado? El que nunca debe desestimarse, razón por la cual es obligatorio recordar. El terrorismo, en todo momento y circunstancia, debe ser combatido sin contemplación. El terrorismo es un proceder atroz y detestable. Nada lo avala, nada lo justifica. Es la iniquidad hecha conducta. La única finalidad que mueve a los terroristas es crear climas de inestabilidad e inseguridad generalizados causados por la puesta en escena de la más perversa de todas las lógicas: a mayor cantidad de muertos, mayor la cantidad de miedo sembrado en la mentalidad colectiva. Los grupos, organizaciones e individualidades terroristas, no buscan construir nada, sólo anhelan destruir cuanto puedan a su paso. Por ello, el terrorismo debe ser acorralado, debe ser neutralizado. No hay opción al respecto.

Actos como los del 11-S no se pueden olvidar. La lógica del crimen es inaceptable.  

@luisbutto3