Cástor González Escobar: La verdadera elección

Cástor González @castorgonzalez

El desgobierno finalmente dio un paso al frente huyendo como siempre hacia delante, retomando como es usual el tema electoral como un factor protagónico, para transitar con cada uno de sus pasos hacia su objetivo de dar un zarpazo más a la dignidad de los venezolanos. 

En esta oportunidad, tal como lo han hecho antes, desde Miraflores hacen uso del mecanismo electoral para aniquilar la voluntad y el deseo del venezolano por alcanzar y poder retomar la senda de la libertad, la modernidad y la democracia. Y es que convocar elecciones por tradición ha sido una de esas tentaciones equivalentes al fruto prohibido que ha puesto el desgobierno sobre algunos de los miembros de esa clase política, cuyas convicciones están lejos de ser sólidas y no ponen nunca por delante a Venezuela sino sus intereses personales, pues en las actuales circunstancias y condiciones, participar en cualquier evento administrado por un ente comicial espurio como lo es el CNE, cuyos raptores han sido designados entre gallos y a medianoche, equivale a engullir esa manzana vedada, tal como lamentablemente muchos mal llamados dirigentes han caído en la tentación de morderla, simplemente porque no visualizan a la política como una herramienta para servir, sino que por el contrario la asumen como una plataforma de autoservicio.

Al igual que en el 2017 cuando fue electa una supuesta Asamblea Nacional Constituyente, que ha demostrado ser un mero instrumento al servicio de los deseos políticos del ejecutivo en ejercicio, la cual solo reconocen en La Habana, Moscú, Estambul, Beijing y Teherán; o en mayo del 2018, cuando bajo las directrices de ese Frankestein constituyente y con la ausencia de la legítima oposición se concretó una elección desconocida por el mundo democrático civilizado; ahora en el 2020, pretenden secuestrar el sagrado derecho ciudadano a elegir, con la ejecución de una estrategia que estaba más que anunciada, pasando de la conocida inhabilitación de los partidos políticos a las novísima acción de secuestrarlos mediante la designación de autoridades írritas que traicionaron su militancia, solo con el ánimo de dar un barniz de falsa legitimidad a lo que creen será un parlamento con algo de legitimidad. 





Ciertamente con base a nuestra Carta Magna, corresponde ahora mismo en 2020 la elección de un nuevo cuerpo legislativo; sin embargo, aún es tarea pendiente la legítima elección del presidente de la República de Venezuela, pues tal como se explicó arriba, lo ocurrido en 2018 no tuvo ni pies ni cabeza; pero aún más importante es que ninguna de esas tareas podrá llevarse a cabo de manera satisfactoria, sin antes contar con un ente comicial que brinde confianza y establezca las garantías mínimas para que cada voto cuente, lo cual aunque lo quieran complicar con múltiples argumentos, se reduce a una solución muy simple para la que solo hace falta voluntad y compromiso político, que es la de abrir el proceso a la auditoría plena de todas y cada una de sus etapas, incluyendo las más sensibles como lo son los cuadernos de votación y la transmisión de la data. Por ello, la elección convocada para este 6 de diciembre es una elección irrita, que por lo pronto solo está en la mente de sus convocantes y de los míseros cortesanos que le hacen comparsa a la espera de sus respectivas migajas, donde sumado a todas las tropelías legales y políticas diseñadas desde los laboratorios desgobernantes, brillará por su ausencia un verdadero contrapeso que garantice la competitividad.

Al final de esta historia que sufrimos sin excepción todos los venezolanos, inclusive aquellos que se juran a salvo por los privilegios de los que hoy gozan, lo que más importa es que ahora mismo no hay garantía en lo absoluto de que la voluntad del pueblo se respete, y menos aún, que sea posible el que se haga respetar, lo cual sustentamos en el reciente pronunciamiento por parte del titular de la cartera de defensa, quien durante su penoso discurso el pasado 5 de julio, afirmó que la oposición no llegaría nunca al poder mientras existiese la fuerza armada, asumiendo así el papel de árbitro desacreditado, debido a su abierta y obscena parcialidad, lo cual se suma a la larga e interminable cadena de evidencias que confirman que la disposición por parte de Maduro & compañía, es qué no hayan elecciones libres.

Para los venezolanos ya no es un dilema, como si lo fue en el 2018, el ir o no a un proceso que no brinda la más mínima ni esencial garantía de que nuestra voluntad en las urnas será respetada, por lo que nuestra única y verdadera elección consiste en determinar cuál es la ruta para hacer valer la decisión que ya se tomó de no validar la farsa propuesta desde la Casa de Misia Jacinta, pues quedarnos en casa puede ser útil para no contagiarnos del coronavirus, pero no es la opción para alcanzar el objetivo de evitar la bufonada electoral. Para imponer nuestra voluntad, nuestra conducta no puede ser la misma de 2017 ni de 2018, y nos toca a nosotros, por una parte, preguntarnos como ciudadanos qué haremos para pasar de la determinación a los resultados; pero por la otra, toca a la dirigencia política asumir su obligación de organizarse unitariamente y organizar a la ciudadanía para que no se consume la dominación absoluta. Para ello se requiere valentía, que no ha faltado, determinación, unidad de propósito, unidad operativa, unidad de objetivos de la dirigencia y de todos los venezolanos que no estamos dispuestos a aceptar que nuestro futuro sea secuestrado por siempre por quienes están al servicio de los de los propósitos más oscuros ya no solamente en Venezuela sino de toda la región. En fin, la unidad es la clave donde reside nuestra única posibilidad y es esa nuestra verdadera elección.


Abogado. Presidente del Centro Popular de Formación Ciudadana -CPFC-

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