Contra la hoz y el martillo: Martllo y Cincel, por José Daniel Montenegro

Contra la hoz y el martillo: Martllo y Cincel, por José Daniel Montenegro

 

La “implosión” del social-comunismo en la URSS y en la Europa del Este, viene a ser uno de los acontecimientos más trascendentales y esperanzadores del siglo XX. Esta Revolución de 1989-90 es, sin lugar a dudas, un “momento revolucionario” de la Historia. Una característica notable de este tipo de acontecimientos, es que actúan como catalizador de las momentáneamente perdidas virtudes humanas, como respondiendo al “Principio del ritmo”: todo fluye y refluye; todo tiene sus períodos de avance y retroceso, o en términos más familiares, una expresión de la Tercera Ley de Newton: Si un cuerpo actúa sobre otro con una fuerza (acción), éste reacciona contra aquel con otra fuerza de igual magnitud y dirección, pero en sentido contrario.





El colapso de este tipo de regímenes criminales, (que jamás reconoceré como una “ideología política” que aún bajo las diferencias, merece respeto y consideración en el “concierto de las ideas”) es tan imprevisto, que un ferviente revolucionario de primera fila (como Gorbachov), al cabo de pocos meses termina por convertirse en un confeso reaccionario contra aquello por lo que habría dado su propia vida. Aunque esto último en un sentido muy metafórico, bien conocida es la capacidad de los comunistas de arrojar al altar del sacrificio patriótico y revolucionario las vidas de otros, sean camaradas o contrarrevolucionarios, pero nunca las suyas propias.

En lo que a Venezuela nos ocupa, en lo particular, me aparto del pesimismo reinante basado en la muy difundida y siniestra afirmación de que cuando un país cae en la tragedia del comunismo, se pierde para siempre en una especie de hoyo negro de la historia y difícilmente pueda encontrar el camino de vuelta a casa, esto es, a la civilización. Pero la Revolución de 1989 demuestra que Orwell estaba equivocado: la hoz y el martillo dejará de golpear el rostro de Venezuela, porque el espíritu de libertad arde con tanta fuerza en nuestro pecho que ningún lavado de cerebro, ningún totalitarismo pueden apagarlo para siempre. La libertad es energía potencial cuando está contenida y energía cinética cuando se desborda.

Un aspecto trascendente y reconfortante de la revolución en Europa del Este es que sus actores no sólo reclamaron la libertad de palabra y la democracia, sino también la eliminación total del socialismo, mediante un “medidas de shock” radical: privatización de los medios de producción, creación de mercados bursátiles, monedas estables, libertad de contratos y de empresa. Esta aspiración se manifiesta en Hungría, en Checoslovaquia, en Polonia e incluso en los países bálticos. Siempre que se va en la buena dirección, la de la libertad, ¿por qué no reconocer que la rapidez triunfa sobre el gradualismo, la “reforma por etapas” y todas las buenas razones que se aducen para hacer muy poco o más bien nada en absoluto? A pesar de la confusión que inevitablemente acompaña siempre a los cambios radicales, es siempre preferible eliminar un sistema perverso de represión, de estatismo y de crimen organizado. Es preferible hacerlo de una vez por todas que permitirle sobrevivir reprimiendo la libertad y la prosperidad.

Ya hemos pagado los venezolanos un alto precio por la ausencia de libertad como para aspirar obtenerla a medias a favor de los intereses mezquinos de un sector de la clase política “opositora”, de la que algunos de sus exponentes visibles, sin vergüenza alguna se declaran “ORGULLOSAMENTE SOCIALISTAS” difundiendo la idea de que el chavismo no es socialismo “porque el verdadero socialismo, es maravilloso, de inconmensurable sentimiento altruista, humanista y resume dentro de sí, los más elevados principios humanistas”. Cínicos indolentes, operarios de la ignorancia, soldados del pillaje a quienes la carga de la evidencia histórica, científica y en particular la , evidencia venezolana parece no persuadirlos de su soberbia partidista y sus bajos instintos para, en su momento, aprovechar el sistema de gobierno intervencionista para hacer fortuna con tráfico de influencias, sobornos, auto asignación de contratos públicos, amiguismo, partidismo, nepotismo, la política del privilegio y todos esos vicios que el chavismo no inventó, sólo elevó a su máxima potencia posible.

No pueden enarbolar la bandera de la libertad quienes llevan el pillaje tatuado en la frente y la deshonestidad alojada en el alma. Venezuela va a resurgir, pero no para tener “más o menos libertad”, un pequeño trozo de libertad que parezca muchísima en comparación con la barbarie que hoy padecemos con el comunismo. Venezuela deberá establecerse como una verdadera República, basada en los derechos a la vida que sólo debe ser atacado en situaciones de legítima defensa, derecho al ejercicio de la libertad, entendiendo que la libertad de cada uno termina donde comienza la de nuestros semejantes y, el derecho a la propiedad legítima, incluido el derecho a defenderla, todo esto bajo un marco de la única igualdad que merece ser defendida: LA IGUALDAD DE TODOS ANTE LA LEY. Martillo y cincel. La inteligencia dirigiendo a la voluntad.