Los regímenes dictatoriales y corruptos de Ortega y Maduro trabajan al mismo ritmo. No solo en cuanto a corrupción y violencia, sino vinculados a delitos transnacionales como el Narcotráfico y más grave aún, con el Terrorismo, lo que amplía su peligrosidad y genera una mayor preocupación de la comunidad internacional que debe reaccionar y ojalá sea a tiempo.
La justicia penal internacional espera a estos dos dictadores y seguramente a muchos de sus colaboradores inmediatos, civiles y militares. A lo mejor la misma Corte Penal Internacional, aunque Nicaragua se cuidó y no ratificó el Estatuto de Roma, pero por la vía del Consejo de Seguridad podría llegar a darle autoridad al Tribunal para conocer crímenes de Lesa Humanidad como los que ha venido cometiendo Ortega y su esposa, la señora Murillo, junto a militares y civiles próximos a ellos.
Si no es la Corte será la justicia penal universal, en fin, están atrapados, con toda seguridad. La impunidad no tiene cabida en el mundo de hoy. Los metros de tela anaranjada están en plena confección y quizás Maduro y Cília, como Ortega y la Murillo no tengan que disfrazarse, pues el traje será auténtico para la satisfacción de muchos que esperan que la justicia se imponga.
En todo caso, la comunidad los tiene en la mira. Su poder destructivo ha sido enorme y la comunidad internacional no puede ni debe seguir tolerando que grupos delictivos organizados destruyan sociedades que debían avanzar y progresar, en libertad y sin traumas.
LARGA VIDA PARA MADURO Y ORTEGA…