El populismo madurista y el chantaje político, por @MichVielleville

El populismo madurista y el chantaje político, por @MichVielleville

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La sociedad venezolana es cautiva de un modelo político que tiene como interés fundamental acabar con las libertades ciudadanas, apoyándose en un sistema de dominación que aprovecha el estado de precariedad económica, social y cultural para generar mayor dependencia, como elemento esencial desde donde se genera el mayor control y la opresión de la conciencia de los individuos.

En efecto, aunque ante la opinión pública el Gobierno de Nicolás Maduro haga creer a sus adeptos que su objetivo fundamental es otorgar soluciones a la crisis económica; para nadie es un secreto que los más interesados en sostener este nivel de lasitud es la misma clase política en funciones. De ahí que, a diferencia de otros modelos de sociedad, en los cuales el comportamiento electoral de apoyo a una opción política es desfavorable, cuando existe un pésimo desempeño en la gestión económica de los gobiernos, el caso venezolano todavía resulte con características absolutamente inéditas y continúe rompiendo paradigmas.

La realidad política venezolana se ha convertido en presa de una forma de gobierno que encuentra en la necesidad y en el estado de menesterosidad social un acicate para estimular el voto, como una expresión del miedo y un mecanismo de cooptación. Esto quiere decir entonces que, la clase política en el poder no manifiesta ningún tipo de voluntad en contribuir a resolver la crisis, sino que, por el contrario, el origen de su motivación se oculta bajo un interés nefando. Esto es, en aprovechar el grado de necesidad como un incentivo para manipular las preferencias electorales.

Justamente, la situación de precariedad incrementa el nivel de incertidumbre en los ciudadanos que no cuentan con una fuente de ingresos estable y se encuentran a la deriva, en medio de los vaivenes de la inflación más alta del mundo, de la inseguridad y de la vorágine de la crisis humanitaria; sin salarios ni pensiones dignas que verdaderamente merecen quienes en algún momento de sus vidas se esforzaron por dar, durante largos años, lo mejor de sí en sus labores y oficios.

En definitiva, son esos ciudadanos quienes hoy en día ven vulnerados todos sus derechos y no observan ninguna escapatoria; pero todo ello forma parte de una estrategia planificada y bien pensada, por quienes aguzan en la perpetuación en el poder el mejor instrumento para satisfacer sus apetencias personales.

El populismo madurista representa una forma de ejercicio del poder en donde la improvisación y, sobre todo, el chantaje político, fungen como propulsores y amalgama de la supremacía de un grupo minúsculo que ha encontrado en el candor colectivo el fundamento de su poder. Sin lugar a dudas, se trata de un modelo político en donde no se ataca el origen de los problemas, sino que, por el contrario, se evaden sin ofrecer ningún tipo de respuesta satisfactoria, eficiente y efectiva, frente al conjunto de necesidades formuladas desde la sociedad; elemento que muestra el patrón de acción política al “como vaya viendo vamos viendo”, sin ofrecer un plan de trabajo planificado que realmente valga la pena y planteé una solución a la cantidad de demandas que rebosan las estructuras institucionales.

En este sentido, la infracción al ordenamiento constitucional, en general, con el irrespeto continuo a los fundamentos del Estado de Derecho, se transforma en el principal rasgo definitorio de un modelo político que contraviene la esencialidad del modelo democrático, apoyándose al mismo tiempo en el chantaje político como herramienta imprescindible, y dispositivo que asegura un piso mínimo de apoyo, frente a las terribles condiciones del sistema político venezolano; por tal motivo se acude a conceder ayudas económicas y sociales, porque en cierta manera las expectativas incluyen, como resultado probable, que los ciudadanos sientan una obligación en retribuir esas asistencias concedidas en apoyo político. Cercenando de esta manera sus derechos sociales y su libertad de conciencia, indudablemente manipulando la intención de voto a conveniencia.

Sólo un cambio político puede revocar esta práctica que tanto daño le ha hecho a la sociedad. Sólo a través de la promoción, difusión y consolidación de una cultura política verdaderamente democrática se puede alcanzar un nivel de re-educación de la sociedad civil venezolana, para finalmente quebrantar los encuadres políticos que disminuyen el honor y la calidad de vida del ciudadano. En fin, sólo la transformación del modelo político puede contribuir a recuperar nuevamente nuestra dignidad.

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