Griselda Reyes: Las víctimas silenciosas

Griselda Reyes: Las víctimas silenciosas

Griselda Reyes

Como madre, como mujer venezolana, no deja de conmoverme cada denuncia que se hace tras la muerte de un niño por efectos de la desnutrición. Y cuando piensas en ella, inmediatamente trasladas tu mente a aquellas imágenes que en los años 80 nos llegaban de ciertos países de África donde la hambruna diezmó la población a pasos agigantados.

Saber que en Venezuela, el país que cuenta con las reservas de petróleo más grandes del planeta y cuyos gobernantes manejaron durante 18 años la exorbitante cifra de 2,1 billones de dólares por concepto de exportaciones petroleras, hoy mueren niños recién nacidos o menores de un año por desnutrición o enfermedades asociadas a ella, genera un sentimiento de impotencia en quienes vivimos, trabajamos y apostamos por quedarnos aquí.





Hambre. ¡Qué palabra tan fuerte cuando convives con ella! Y nuestros niños y ancianos son las principales víctimas silenciosas de un problema que pudo haber sido atacado a tiempo si se incentivaba la producción nacional. Sin embargo, privó el interés individual sobre el colectivo, y se le dio preeminencia a las importaciones y a los suculentos negocios que los escogidos para hacerlas, concretaron con dólares preferenciales hoy a 10 bolívares por cada divisa norteamericana.

La implementación de políticas erradas a lo largo de estos años, nos ha llevado a la crisis económica y social más grande de nuestra historia republicana. No se justifica que el año pasado murieran 11.446 niños en Venezuela antes de cumplir el primer año, cuando ya en 2007 habían muerto 4.000 y la cifra era escandalosa entonces, según los reportes que maneja la organización sin fines de lucro Cáritas de Venezuela, a partir del último boletín publicado por el Ministerio de Salud en abril de este año.

Esta misma ONG ha señalado que los grupos de población que viven en pobreza extrema, están en una situación de emergencia humanitaria. ¿Acaso esto no le duele a gobernantes y opositores que declaran a diario por cualquier cosa menos por lo que realmente padece la población? Están de espaldas al sentir del venezolano que cada día debe enfrentarse a la inseguridad, la hiperinflación, el estancamiento de la economía, la escasez de alimentos y medicamentos, el desabastecimiento, los pésimos servicios básicos y la corrupción.

Por supuesto que hay un desasosiego y desgaste tremendo en la gente, en esa gente que se levanta muy temprano a trabajar y a enfrentar decenas de vicisitudes para devengar un salario mínimo de 177 mil 507 bolívares mensuales, que no alcanza siquiera para cubrir el costo de un cartón de huevos, ubicado hoy en 250 mil bolívares. Y es que ni siquiera el bono de alimentación establecido en 279 mil bolívares, ayuda a paliar los efectos de una inflación voraz, como nunca antes habíamos vivido.

¿Se justifica que entre 2015 y 2016 aumentara en 65% el número de casos de madres que murieron durante el embarazo o el parto? La tasa de mortalidad materna ha aumentado 66% en 2017, esto quiere decir que en Venezuela la cifra de mujeres muertas es de 117 por cada 100 mil niños nacidos y esto ocurre por la desnutrición y la falta de medicamentos.

¿Se justifica que 62% de los supuestos beneficiarios de las cajas Clap dicen no haberla visto jamás? ¿Cómo es que sólo 27% de las familias venezolanas puede comer granos, porque se les hace casi imposible acceder a ellos por el alto costo de la vida? ¿Qué familia, con un niño recién nacido, puede hacerle frente a un gasto de 350 mil bolívares por cada lata de fórmula infantil, cuando se requieren por lo menos cuatro al mes?

El Estado anuló el acceso a los productos de primera necesidad que se generaban en la industria alimentaria local, al secuestrarla para ponerla “al servicio” de un proyecto político.

Muchos no lo saben, pero en Venezuela hoy producimos menos del 30% de los productos que consumimos. Y ese 30% está regulado por un sistema de cuotas, desde noviembre de 2016, cuando el Estado obligó a las empresas a vender un cupo para los Clap, que en algunos casos varía entre 50% y 60%. A esto agreguemos el hecho de que entre 2013 y 2017, las importaciones de alimentos cayeron en 73%.

La destrucción de la producción nacional, la expropiación y confiscación de tierras y empresas productoras que hoy se encuentran ociosas, el despilfarro de recursos en importaciones y corrupción administrativa, la emisión de dinero inorgánico sin respaldo absoluto de bienes y servicios y un control de cambio y de precios inflexible, han llevado al país a un escenario de emergencia humanitaria.

La Organización Mundial de la Salud establece el umbral de la crisis de malnutrición infantil en 10% y aquí en Venezuela, la cifra de niños menores de cinco años que padece malnutrición moderada o severa, se ubica en 11,4% de acuerdo con Cáritas. Nuestros niños que llegan famélicos a los hospitales públicos están muriendo de desnutrición severa, porque además los centros asistenciales del país no escapan a la terrible realidad de escasez de insumos básicos para atender estos casos.

Nuestra economía simplemente colapsó y aun cuando el gobierno sabe la gravedad del asunto, no autoriza el ingreso de la ayuda humanitaria ofrecida por países hermanos alegando razones políticas. ¡Señores! La vida, la salud, la alimentación de un ser humano no puede estar condicionada a preferencias políticas partidistas.

La Organización Panamericana de la Salud señaló en su informe más reciente, que 1,3 millones de venezolanos que antes podían alimentarse, no han podido encontrar la comida necesaria desde que se desató la crisis en 2014 cuando comenzaron a bajar los precios del petróleo. Mientras que la encuesta Encovi, adelantada por las universidades Católica Andrés Bello, Central de Venezuela y Simón Bolívar, concluyó que hay inseguridad alimentaria en nueve de cada diez hogares venezolanos. Cáritas de Venezuela agrega que 80% de los 30 millones de habitantes de nuestro país, apenas puede comer dos veces al día.

¡No puede ser que en un país como el nuestro, criar hijos o cuidar a los miembros más ancianos, se esté convirtiendo en un peso para las familias de menos recursos económicos! Ellos son las víctimas silenciosas, las víctimas inocentes de un proceder inadecuado.

Es un golpe muy duro saber que en Venezuela, cada semana mueren entre 5 y 6 niños por desnutrición, según Cáritas. ¿Será que al final alguien se condolerá de los más desvalidos?

Si bien hay muchas asociaciones civiles sin fines de lucro que se han creado en los últimos para atender la crisis, esto nunca será suficiente hasta tanto se ataque el problema de raíz: invertir en el campo venezolano, reconstruir el aparato productivo, paralizar las importaciones desmedidas, revertir expropiaciones y confiscaciones para devolver tierras y empresas a las manos que sí saben sacar provecho, desmontar los controles que tanto han pervertido nuestra economía.

Pensemos en nuestros niños y ancianos, en las mujeres embarazadas, en hombres y mujeres con enfermedades crónicas que necesitan alimentación balanceada y medicamentos para mantener su calidad de vida, pensemos en las víctimas inocentes antes de que sea muy tarde.

@greyesq