Jesús Ollarves Irazábal: La locura del juez de Teodoro

Jesús Ollarves Irazábal: La locura del juez de Teodoro

Jesús Ollarves Irazábal
Jesús Ollarves Irazábal

 

Más que un abuso  o un error inexcusable, es una vergüenza la decisión tomada por el juez Aris José La Rosa Álvarez en contra de Teodoro Petkoff. El 25 de septiembre de 2017, La Rosa pretendió condenar al ostracismo a uno de los intelectuales más brillantes de Venezuela.

De la trayectoria política  de Petkoff hay que recordar que fue miembro del Partido Comunista de Venezuela, fundador del partido Movimiento al Socialismo (MAS), Diputado al Congreso Nacional de Venezuela en varias legislaturas; ministro de la Oficina Central de Coordinación y Planificación durante la segunda presidencia de Rafael Caldera, candidato presidencial en dos ocasiones (1983 y 1988) y director de Tal Cual, un diario que emergió valientemente en contra del autoritarismo chavista con la oferta de hablar “claro y raspao”.





Su obra como economista e investigador de las ciencias sociales constituye una referencia incluso más allá de Venezuela. Entre sus libros destacan: “Checoslovaquia: el socialismo como problema”, “¿Socialismo para Venezuela?”, “Razón y pasión del socialismo: el tema socialista en Venezuela”, “Proceso a la izquierda: o de la falsa conducta revolucionaria”, “Del optimismo de la voluntad, escritos políticos”, “¿Por qué hago lo que hago?, “Hugo Chávez, tal cual”, “Dos izquierdas”, “El socialismo irreal”, “El chavismo como problema” y “El chavismo al banquillo: pasado, presente y futuro de un proyecto político”.

El juez La Rosa ya había cometido otros desafueros en la tramitación de la causa seguida contra directivos de Tal Cual, El Nacional y La Patilla. Por ejemplo, extendió a cuatro años las medidas cautelares sustitutivas de libertad en contra de Alberto Federico Ravell, Miguel Henrique Otero, Teodoro Petkoff y otras 19 personas por la presunta comisión de un delito de opinión en contra del diputado a la Asamblea Nacional por el estado Monagas, Diosdado Cabello.

Contra Petkoff, en particular, La Rosa llegó al extremo de negarle el derecho de estar representado por su abogado y aplicarle métodos propios de la psiquiatría represiva como si se tratara de tiempos de las psikhushkas de la Unión Soviética; de ese socialismo real que, como bien lo ha demostrado Teodoro, fracasó estrepitosamente.

Sin lugar a duda, un juez que le quite a un encausado la posibilidad de estar representado o asistido por abogado amerita un tratamiento psiquiátrico. Un juez que haga eso no está en su sano juicio. Arrebatarle el defensor a un procesado es una violación grave a las garantías judiciales. Todos los tratados internacionales de derechos humanos y la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela reconocen el derecho de toda persona acusada de un delito a contar con asistencia letrada.

Pero el paroxismo de la demencia lo demuestra La Rosa cuando sin tener competencia para ello, declara temporalmente entredicho a Teodoro y nombra a su esposa como su tutora.

¿Pero, en verdad, es ignorancia del Derecho?, ¿acaso locura?, ¿o se tratará de vulgar e indecente sumisión al poder? Sea una, otra o cualquiera la razón de este nuevo dislate judicial, el propósito perverso de aniquilar a Petkoff como referente está claro y es inadmisible en una verdadera democracia.

El juez Aris La Rosa, no debió declarar la interdicción temporal de Teodoro Petkoff. La competencia para conocer los procedimientos de interdicción le corresponde a un juez de primera instancia que ejerza la jurisdicción especial de los asuntos de Familia y, en su defecto, al de primera instancia que ejerza la plena jurisdicción ordinaria. Por su parte, los tribunales municipales pueden practicar diligencias sumariales sin decretar la formación del proceso ni la interdicción provisional.

Más allá de la locura o la ignorancia del Derecho, pareciera que esta actuación del juez Aris La Rosa es una inclinación a la venalidad. Adoptar una decisión sin importarle si era o no competente para ello es un infamante abuso de poder. Utilizó su poder legítimo para un fin diverso de aquel específico para el cual el poder le fue conferido.

Su inquina en contra de Teodoro nos hace recordar que no es la primera vez que se utiliza a la psiquiatría para fines inconfesables. Un ejemplo de ello fue el caso de Konstantin Päts, el presidente de Estonia que durante  la ocupación soviética fue deportado a Leningrado en 1940 y condenado a prisión en 1941 por sabotaje contra-revolucionario y propaganda antisoviética. En 1952 fue sometido a una hospitalización forzosa en un psiquiátrico por su “persistente declaración de ser el presidente de Estonia”. Fue trasladado a distintos hospitales para enfermos mentales hasta su muerte el 18 de enero de 1956.

Aris La Rosa Álvarez, siempre será recordado, muy mal recordado. En la historia del Derecho venezolano sus decisiones serán mencionadas como ejemplo de lo que no debe hacer un juez. En las universidades será criticado y comparado con jueces como Roland Freisler, aquel que fuera presidente del Tribunal Popular o Corte del Pueblo de la Alemania nazi, y que tenía una vocación para escenificar farsas judiciales con su manera grosera y humillante de dirigirse a los encausados. Aquel que condenaba con extrema facilidad a la pena de muerte a quienes eran sorprendidos escuchando emisiones radiofónicas extranjeras, a quienes criticaban al führer, aun en círculos privados, o a quienes manifestaran dudas acerca de “la victoria final”.

Los excesos de Aris La Rosa no condenan a Teodoro Petkoff. En el diario Tal Cual, ha ocupado la primera página con su editorial, escrito siempre en oposición al gobierno del expresidente Hugo Chávez y ahora de Nicolás Maduro, y eso le valió para que en 2015 fuera galardonado con el Premio Ortega y Gasset en la categoría de Trayectoria Profesional. El jurado afirmó que reconocía de forma unánime la extraordinaria evolución personal que le ha llevado desde sus inicios como guerrillero a convertirse en un símbolo de la resistencia democrática a través del diario que dirige.

Eso es Teodoro Petkoff, un símbolo de la resistencia democrática. Y La Rosa apenas es un operador judicial que actuó tal cual lo hacía el juez nazi Roland Freisler.