Robert Gilles Redondo: Para Alias “Timochenko”

Robert Gilles Redondo: Para Alias “Timochenko”

thumbnailRobertGillesRodondoLa sociedad debe ser un hecho fundamental de justicia. ¿Pero qué sabrá usted de justicia? Seguramente lo mismo que yo sé de física cuántica. Nada. Su idea de la justicia es muy injusta, es dolorosa y Colombia no la merece. Es muy fácil exigir la reivindicación del pueblo invocando la justicia social, por ejemplo, con un fusil, obligando a poblados enteros a desplazarse, secuestrando niños, ultrajando mujeres y tratando de imponerle al país el terror de sus bombas y todo lo que puede llegar a comprar el dinero del narcotráfico, actividad a la que Ustedes se dedican.

Usted ha pretendido hundir el Estado de Derecho en Colombia, no lo ha logrado y difícilmente lo conseguirá. América Latina, pese a La Habana, ha ido reaccionando del terrible daño que ha significado el socialismo totalitario-populista que, entre otros vivos y muertos, Usted mismo representa.

El Acuerdo de La Habana ha sido en su planteamiento un monstruo muy peligroso y una sola palabra lo explica: impunidad. Impunidad porque los muertos y las víctimas no obtienen justicia. Impunidad porque los victimarios además de ser perdonados, sin haber pedido perdón, son encaminados sin mayor objeción a la vida política. Y no me opongo a que se dejen las armas para ir a las elecciones. Lo que me parece inaudito es que sus creencias sirvan para hacer política, sobre todo visto el resultado ahí mismo, en mi Venezuela. Eso significaría el establecimiento de la anti política. Por eso el resultado del plebiscito. Colombia desaprobó un acto jurídico que daba inicio a una nueva guerra en diferentes escenarios.





Queda claro que se está derrumbando la hegemonía que construyeron con sus armas, con su droga y en gran medida con la chequera venezolana que a nosotros nos robó el chavismo. Y mire Usted, el resultado de tales creencias “políticas”. A esta hora en mi país se vive una tragedia. No hay sensacionalismo o amarillismo comunicacional, la realidad de Venezuela supera con creces cualquier previsión que se haya hecho sobre la destrucción que causaría el socialismo del siglo XXI, de evidente perfil marxista-leninista. Niños, jóvenes, adultos, ancianos, todos están muriendo por falta de alimentos o medicinas. El país ha sido convertido en un amargo campo de concentración. Y el erario público ha sido saqueado a tal punto que somos un país en quiebre. Ni se diga de penetración del narcotráfico en la Fuerza Armada Nacional y otros sectores civiles del régimen chavista. Tanta es el drama que tenemos al Ministro de Interior y Justicia acusado internacional de tráfico de drogas, como miembro del Cartel de los Soles que dirige presuntamente Diosdado Cabello.

Esto es la anti política que Ustedes representan y el camino que no debe recorrer Colombia.

Ustedes, las FARC, además se arrogaron el derecho de enviciar la frontera y hacer víctimas a los venezolanos de un conflicto que nunca ha sido nuestro y no tiene por qué serlo. Así como nuestra tragedia no tiene que repetirse en Colombia, tal como Ustedes lo han pretendido. ¿No le da vergüenza acaso utilizar a Venezuela como puente aéreo para el tráfico de la droga y como escondite? ¿Es esto el honor que Ustedes le dan a la lucha?

Por eso se debe dejar claro que las FARC lograron llegar al siglo XXI fue por la innegable complicidad y protección que Hugo Chávez les dio y que Santos insiste en promover con esas 279 páginas que Ustedes escribieron bajo la mirada de Castro en La Habana, además de las innegables flaquezas de tantos otros colombianos. Esto debe quedar claro. Nadie ha actuado en solitario.

Quienes no dudamos en sindicarles de narcoterroristas, tampoco claudicamos en la esperanza necesaria de que Colombia alcance la paz y el fin del conflicto que Ustedes sostienen. Pero esto no puede ser una retórica, tiene que ser el resultado de un proceso de encuentro nacional en el que todo el pueblo de Colombia, víctima de Ustedes, se sienta en paz consigo mismo, teniendo plena confianza en los mecanismos que sin ambigüedades habrán de garantizar justicia y no impunidad.  Una Paz que no le haga recurrir al chantaje del aprés moi, le deluge. Porque Ustedes siempre han significado un diluvio de balas y sangre, de injusticia y de odio.

La paz no es un poder Ab-solutum. La paz, lejos de lo que usted proclama, no es una imposición, es un resultado. Un resultado principalmente de la justicia. Y ¿Cómo puede haber paz sin que Usted y sus bandidos no vayan a la cárcel y paguen tantos muertos, tanto horror?  Tampoco creo que la paz sea un acto neutral. Frente al terror no se puede ser tibio de corazón.

Las ideologías no pueden ser una justificación para morir ni para matar. Hacerlo es terrorismo. El momento que vive América Latina puede bien resumirse en una frase de Émile Zola: “la verdad está en marcha y nada la detendrá”.

Robert Gilles Redondo