Llegar a Caracas, por Juan Pablo Guanipa

Llegar a Caracas, por Juan Pablo Guanipa

thumbnailjuanpabloguanipaPodemos decir que fue una odisea nuestro intento de llegar a la capital para participar en la inmensa concentración del 1 de septiembre, denominada la Toma de Caracas. Algo absolutamente irracional si concluimos que es ese el ejercicio de varios derechos constitucionales, entre ellos el derecho al libre tránsito y el derecho a la manifestación. A las 6.30 de la mañana del día anterior, salí de mi casa hacia la sede de Primero Justicia con la finalidad de encontrarme con los dirigentes de parroquias de Maracaibo, San Francisco y diversos municipios del Zulia comprometidos con la participación en dicha actividad. Teníamos casi 28 horas para realizar un viaje para el que 10 horas son más que suficienteS. Ya habíamos sorteado algunos inconvenientes con los buses: la presión del gobierno, la toma de terminales por el Sebin, el factor riesgo, hicieron que algunos propietarios desistieran de hacer el viaje y otros duplicaran su presupuesto y nos ofrecieran unidades de menor capacidad y sin aire. Aceptamos esas condiciones y salimos a la Basílica para encomendarnos a Dios y a la Virgen e iniciar nuestro periplo. Ya para ese momento había recibido una estampa del Corazón de Jesús y dos rosarios que me acompañaron en todo el viaje.

No seré exhaustivo en el relato. Solo debo decir que en el puente sobre el lago de Maracaibo conseguimos un trato cortés acompañado de tácticas dilatorias de revisión de personas y bienes que retrasaron el viaje en dos horas, así que cruzábamos el coloso ya en el mediodía. Pasamos Barquisimeto sin inconvenientes y la primera situación seria la tuvimos en el peaje de Casetejas. La Policía de Yaracuy quería cumplir con el anuncio que hizo su irresponsable gobernador, de apellido León Heredia, según el cual nadie atravesaría su estado para ir a la concentración caraqueña. Un funcionario zuliano, a cargo de esa “responsabilidad”, de nombre Bartolo Eteile Colina, casi cumple ese cometido. Sin embargo, quienes íbamos en ese grupo nos contábamos en cientos y con la llegada de más gente nos convertimos en miles y eso hizo fácil que pasáramos ante la mirada resignada de esos funcionarios policiales quienes ya habían recibido refuerzos de la Guardia Nacional. Sin embargo allí perdimos unas cuatro horas más y ya habíamos superado la media noche.

Luego Mariara, Guacara y el túnel de La Cabrera, fueron casi lo mismo. Fuerzas policiales de Carabobo, así como funcionarios de la Guardia Nacional y de la Policía Nacional Bolivariana, al mando del irresponsable Francisco Ameliach, se apostaron para impedir nuestro paso. Salimos de los buses y al ver ellos la impresionante cantidad de gente, permitieron nuestro paso. Pero ya cuando estábamos cerca del túnel en cuestión, otro piquete de la policía estatal impidió nuestro paso y sin mediar palabras comenzó a lanzar bombas lacrimógenas con las que todos nos vimos afectados. Superadas las bombas nos reagrupamos y los mismos funcionarios liberaron el tránsito y pudimos atravesar el túnel. Ya el tiempo jugaba en nuestra contra. Eran más de las 9 de la mañana y todavía faltaba el escollo de La Victoria y Tazón, entre otros.





En La Victoria, grupos de delincuentes armados, sin presencia policial ni militar, de esos mal llamados colectivos, enviados por otro irresponsable, Tarek El Aisami, nos esperaban con armas y piedras. Luego de destrozar dos buses del gobierno, comenzaron a agredir nuestro buses y a las personas que de ellos bajamos. Los choferes, luego de haber sido muy solidarios con nosotros durante todo el viaje, decidieron iniciar el regreso, así que nos despedimos de nuestra gente y en un carro logramos seguir hasta Caracas. En la cara de mis compañeros no vi tristeza, vi la satisfacción de haber dado una lucha casi épica, sentía la emoción de haber dado un aporte al país y nos decía que lo haría mil veces. Quede éste como testimonio de la lucha de un pueblo y del salvajismo de este moribundo gobierno.