Gabriel Reyes: ¿El triunfo del socialismo o el fin de la hegemonía?

Gabriel Reyes: ¿El triunfo del socialismo o el fin de la hegemonía?

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«C’est le triomphe complet et définitif du Socialisme!» Así caracterizó Guizot el 2 de diciembre. Pero si la caída de la república parlamentaria encierra ya en germen el triunfo de la revolución proletaria, su resultado inmediato, tangible, era la victoria de Bonaparte sobre el parlamento, del poder ejecutivo sobre el poder legislativo, de la fuerza sin frases sobre la fuerza de las frases. En el parlamento, la nación elevaba su voluntad general a ley, es decir, elevaba la ley de la clase dominante a su voluntad general. Ante el poder ejecutivo, abdica de toda voluntad propia y se somete a los dictados de un poder extraño, de la autoridad. El poder ejecutivo, por oposición al legislativo, expresa la heteromanía de la nación por oposición a su autonomía. Por tanto, Francia sólo parece escapar al despotismo de una clase para reincidir bajo el despotismo de un individuo, y concretamente bajo la autoridad de un individuo sin autoridad. Y la lucha parece haber terminado en que todas las clases se postraron de hinojos, con igual impotencia y con igual mutismo, ante la culata del fusil.

¿Pensaría Karl Marx cuando escribía “El XVIII Brumario de Luis Bonaparte” que esa frase del Capítulo VII ilustraría tantos pasajes de nuestra historia contemporánea?





La lucha entre los Poderes Públicos no es una nueva versión de lo que no debe ser. Si algo es cierto, es que los vicios y las deformaciones del poder se repiten en la historia aún cuando los transgresores saben a priori que su destino siempre es el mismo, y no es otro que el sucumbir ante la fuerza arrolladora del descontento del Soberano.

Pero esta frase de Marx nos lleva a pensar que esta lucha entre Poderes Públicos terminará indefectiblemente “con igual impotencia y con igual mutismo, ante la culata del fusil”. Pero ¿es la Fuerza Armada Bolivariana la institución llamada a ordenar el caos, luego de ser revolcada en la anomia de la fragmentación institucional hasta el punto de perder la estima del ciudadano venezolano y ocupar mediocres posiciones en la confianza colectiva?

Leer los diarios venezolanos de los últimos meses, aún sin tener plena libertad de expresión, nos permite contemplar con patético estoicismo como aparecen noticias sobre narcotráfico, tráfico de gasolina, corrupción en boletos aéreos, robo de vehículos y cualquier otra actividad del crimen organizado siendo protagonizada por hombres de verde, ilustres malhechores que juraron defender a la Patria y envilecen su gremio, dejando el amargo sabor del desprecio hacia quienes la República ha confiado el monopolio de las armas, y sabiendo de antemano que no todos han sido contagiados con el virus de la corrupción.

¿Puede este cuerpo moralmente debilitado por el estigma de la descomposición ser el árbitro que someta la irreverencia del venezolano de a pie ante la ineficacia del diálogo entre los actores políticos?

Seguro estoy, como muchos venezolanos estamos, de que no todo el portador del uniforme militar se maneja en los subterfugios del inframundo. Tal vez el trabajo que inició quien pretendió invadirnos por Machurucuto no ha podido culminar su efecto destructivo sobre nuestro “Ejército venezolano, forjador de libertades”, pero lo que no dudo es que el tumor no parece estar localizado en un solo punto y esta metástasis puede ser más extendida de lo que muchos analistas del medio pretenden.

El difunto Teniente Coronel organizó un proyecto político donde aprovechó su arraigo y su indudable conexión emotiva para desarrollar un pretorianismo a su antojo. Y esto sirvió para insertar al uniformado al ejercicio de la política olvidando preceptos constitucionales, para lograr clientelizar al gendarme imparcial y objetivo de la democracia colocándolo como una extensión de poder al servicio de su causa.

Pero el heredero no cuenta con la misma legitimidad en las filas castrenses, ni fuera de ellas. No proviene de allá, ni fue nunca bien visto como el encargado de perdurar el proyecto. Y como esa percepción no era exclusiva del sector militar, no fue difícil manipular los miembros de la ecuación para transformar ese pretorianismo chavecista en una perversa forma de tutelaje que nos trae a la entrega de concesiones de explotación de recursos naturales estratégicos como los energéticos y mineros, y más recientemente, la entrega de medio millón de hectáreas productivas al sector militar.

¿Es que saldremos de la escasez con los soldados sembrando papa y cebollas?

La entrega de estos recursos es la estrategia desesperada de quien necesita otorgar grotescos privilegios a quienes oxigenan un gobierno en decadencia para atornillarlo en el poder, una gestión demagógica y populista que no soluciona los problemas del venezolano, quien sumido en una profunda crisis, se desespera ante la ausencia de opciones diferentes a Maiquetía. Su error de cálculo, tal vez, es ignorar que el tornillo es buen sistema, pero la madera de la credibilidad y la sumisión, ya se pudrió

En lo político, pareciera que la decisión de la oposición de asumir todas las posibles opciones constitucionales para producir la salida de Maduro pudiera no calar en la Opinión Pública como era esperado. Sin foco ni prioridades, sin agenda aparente ni planificación de recursos humanos y materiales, se organiza una “cayapa” para defenestrar al capitán de un barco hace tiempo torpedeado, olvidando que el capital político real de la AN no obedece líneas partidistas ni instrucciones de particulares porque hace rato el liderazgo y el discurso sufren de mengua.

Manejar en un mismo saco, referendo, enmienda constitucional, renuncia y cualquier otro sabor de una salida efectiva de Maduro puede resultar en un proyecto desgastante que abarque mucho y consiga poco, porque las condiciones reales que han servido de estanco para evitar que la nave roja se hunda siguen intactos. Tanto el TSJ como el resto de los poderes están alineados en defensa del status quo de esta pesadilla, pareciendo que el recurso de llamar a la calle, “sin piedras ni capuchas” es la fórmula ideal para los representantes de más de dos terceras del país, hoy día.

Si la estrategia, anunciada y aplaudida por el consenso opositor, de emprender esta ofensiva general no comienza a producir resultados efectivos a corto plazo, la calle dejará de ser el escenario donde se manifiesten las insatisfacciones populares dejando en la decepción y la desilusión el germen de la peligrosa desesperanza o alerta para que sea la desesperación la guía de los actos posteriores.

Cada día que transcurra sin que los mecanismos emprendidos generen resultados efectivos servirá para construir la imagen de un Maduro “víctima” de una cayapa burguesa, pudiendo producir efectos contrarios a los originales.

La AN debe alinear su agenda con la agenda pública y trabajar más intensamente en la solución de los problemas de los venezolanos, reforzando el concepto de que es el Poder Ejecutivo quien tiene las llaves del calabozo luego del forcejeo de una Ley de Amnistía. Es imperativo que los electores sepan que su voto fue destinado a solventar una crisis antes de perseguir a un puñado de vagabundos. Y esto debe hacerlo rápido, porque con denuncias sin castigo a los corruptos y altisonantes debates encolerizados, divertidos pero estériles, los venezolanos no hacemos mercado ni compramos las medicinas, y se corre el riesgo de que la luna de miel con la AN finalice dejando un pueblo descontento y huérfano de conducción para resolver sus propios problemas.

Creo que en cualquier democracia del mundo, y este gobierno se ufana sin razón,en demostrarle al mundo que lo es, las insatisfacciones colectivas se expresan en la calle, sin que la presencia de los protestantes atente contra la gobernabilidad del país. Pero el llamado no puede ser el de la mera convocatoria que “haga bulto”. Debemos generar una forma de protesta inteligente. Que venga de cada sector del país, con situaciones específicas, con realidades palmarias, con mensajes claros. Debemos mutar el tradicional mecanismo de concentración-tarima para dinamizar el encuentro con la gente es sus propias comunidades. Porque la intención de la movilización en la calle es informar, es formar criterio, es sembrar la esperanza de un cambio justo y esperado, donde ese país alternativo se vea posible.

Leyendo un par de textos interesantes esta semana encuentro un axioma que los abogados emplean con destreza que se refiere a “El Paralelismo de las Formas”. “Quien pone, quita”. Los magistrados del TSJ fueron designados por la anterior AN, pero esta tiene la facultad bajo este principio de ampararse en el Principio de Autotutela Administrativa para removerlos. Sin embargo de esto no se habla.

En el mejor de los casos, Maduro llegó a la presidencia de la mano del pueblo, y de acuerdo al mismo principio, le corresponde a ese pueblo decidir su futuro. Sectores de la oposición plantean que sea por la vía del referendo, pero motivar al burócrata para obtener su renuncia siempre es un buen estímulo. Si los venezolanos, demostramos cívica y pacíficamente que deseamos un cambio de rumbo y de tripulación de inmediato, la Constitución Nacional también es generosa en este aspecto.

Pensar que sumar todos los ingredientes a la vez puede hacer del caldo un buen sancocho, no es algo siempre apropiado. Creo que no tenemos mucho tiempo, pero debemos reflexionar, priorizar y focalizar esfuerzos para que ese cambio deseado por casi todos los venezolanos se materialice más temprano que tarde.

Amanecerá y veremos!!