William Anseume: ¿Salir de Maduro o del madurismo?

William Anseume: ¿Salir de Maduro o del madurismo?

thumbnailWilliamAnseumeTanto nacional como internacionalmente cobra vigor la idea, ya casi definitivamente instaurada en la conciencia colectiva, de la salida de Nicolás Maduro de la misma manera, o muy parecida, a la que sirvió para desterrar a Hugo Chávez alguna vez “y él aceptó”: la renuncia.

Bien. Él  renuncia, ¿y qué? ¿Con eso resulta suficiente para salir de este agostamiento? No. ¿Habrá que salir del madurismo? ¿Qué ocurre si ocupa la presidencia Aristóbulo Istúriz, se modifica de plano este llegadero perpetuo a la nada?

¿Existe algo que pudiéramos llamar el madurismo? No. Hasta la sabiduría popular ha extendido la idea de que algunos miembros del PSUV o correligionarios del partido rojo no inscritos son “chavistas, pero no maduristas”. Transmiten de calle en calle, abiertamente, las debilidades intrínsecas a un posible madurismo. Maduro constituye de este modo la existencia, aferrada muy levemente al poder, de un extrañísimo líder sin seguidores. Es la secuela de un líder (Chávez) que legó para él (Maduro) su heredad política, como quien entrega un trono, ha ocurrido, a un niño incipiente en todo. Balbucea, así, torpes niñadas y es lo mejor que sabe hacer, mientras siente el respaldo de los padrinos que lo azuzan a tratar de armar el lego o el rompecabezas, celebrando risueños las risotadas del babieca; babosadas infantiles.





No existiendo el madurismo y no siendo Nicolás Maduro aquello que se denomina malamente, a mi parecer, el hombre fuerte en el poder, ¿quién lo es entonces? Nadie. Medramos, después de un férreo liderazgo militar, militaroide, en el más amplio vacío de poder que ha habido en Venezuela. Otro rarísimo y malhadado espécimen, éste de una dictadura diluida. Mucho cacique y mucho indio. Mucha nada, esta nada que vivimos, una lenta agonía de un sistema que se aferra con la uñitas al último chorrito de petróleo que nos queda, a seguir pegado en la teta venezolana, a pesar de todo y de todos. Seres Inhumanos, crueles, indolentes e inmorales como nunca antes hubo rapiña humana y económica en este país, colgados del poder, viendo el vacío.

Miguel Otero Silva manifestaba en boca de sus personajes, en una novela, que el problema no era salir de Gómez sino del gomecismo. No es sólo la cabeza visible, es la estructura enquistada, se trata de la recomposición absoluta del estado y del estado de cosas.

En una obra de teatro, altamente conocida, Un tal Ezequiel Zamora,  César Rengifo, expresa esta zozobra permanente en la vida político-social del venezolano, su personaje dice: “…tiene un horror singular por las guerras civiles. (Sonriendo). No nació para vivir en este país”. Parece una condena este ritornelo histórico-político.

Se nos plantea una reconstrucción absoluta del país que nos permita una estabilidad política, social, económica, existencial más o menos perdurable: los militares a lo suyo; el rescate de la vida institucional, de los poderes, de la vida comuncita y corrientica, que uno vaya a comprar pan y haya pan y lo pueda comprar, que los delincuentes paguen sus penas y no los que piensan o critican, que la justicia sea justa… Un cambio estructural que propenda a la paz social. No sólo un quítalo y pon a otro. Eso sería volver a tiempos zamoranos, siglo XIX, que deberían estar hartamente superados ya.

wanseume@usb.ve