El infierno de los diplomáticos de la OEA, la Unasur y la Celac

El infierno de los diplomáticos de la OEA, la Unasur y la Celac

(Foto EFE)
(Foto EFE)

Cuando el gobierno de Alemania Oriental erigió el Muro de Berlín para evitar que sus ciudadanos escaparan de aquella dictadura, Alemania Occidental decidió seguir los pasos de Estados Unidos y creó su propio cuerpo de paz para promover el voluntariado social y los valores democráticos en otros países alrededor del mundo, y así oponer resistencia al totalitarismo expansionista soviético. Aplaudiendo esta iniciativa, el presidente John F. Kennedy afirmó: “Dante dijo una vez que los lugares más calientes del infierno están reservados para aquellos que en momentos de crisis moral mantuvieron su neutralidad”.

Por años, diplomáticos del mundo democrático, incluyendo a los latinoamericanos congregados en la OEA, la UNASUR y la CELAC, han escuchado el clamor del 49.12% del pueblo venezolano —porcentaje certificado por el propio órgano electoral chavista tras las elecciones de 2013— que pide expresiones de apoyo ante el autoritarismo que padece.

La mitad democrática del país jamás ha pedido a Estados Unidos enviar marines para derrocar a Maduro, como sugiere el gobierno, sino que lleva años pidiendo al mundo que emitan expresiones de solidaridad rechazando la toma completa de instituciones estatales por la parcialidad chavista, incluido el uso del organismo de inteligencia y el sumiso poder judicial para amedrentar, perseguir y encarcelar críticos. Pide rechazo frente al cierre de todos los canales de televisión de línea editorial independiente, puesto que después del reciente cierre de NTN24, a Venezuela le queda literalmente un solo canal de noticias (y por cable): CNN en Español; los demás simplemente transmiten novelas, deportes o el discurso embrutecedor del gobierno. Pide que se declare ilegítimo un resultado electoral que dio la victoria por 1% de diferencia al representante de Chávez, producto de una contienda electoral ni libre ni justa y caracterizada por el abuso gubernamental y monopolio de los medios.





Esa mitad excluida simplemente pide al mundo que rechace los golpes propinados por chavistas contra parlamentarios que representan ese 49.12%; que pida que se les dé la palabra en la Asamblea Nacional; que rechace las “leyes habilitantes” (como la última de diciembre de 2013) que tienen al chavismo ya por años “legislando” a través de los mismos “decretos-ley” con los que gobernaban Pinochet y Videla. Pide que condene las políticas unilaterales de un gobierno que tiene a todo el país (no solo a la mitad) con la tasa de inflación e índice de asesinatos más alta del mundo, y con el “índice de escasez” (publicado por el propio Banco Central chavista) oscilando entre 25-30%, lo que implica que 25 de cada 100 productos en tiendas de barrio y supermercados, ahora se han esfumado de toda Venezuela.

Estamos frente a un gobierno que atropella descaradamente a la mitad del país. Primero les cierra cualquier canal de participación institucional y cuando, en reacción a ello, 49.12% del país sale a las calles a protestar por los desastrosos resultados de las políticas impuestas, los manifestantes son automáticamente reprimidos y tildados de “asesinos”, “nazis”, “fascistas” y “terroristas” en cadena nacional obligatoria. Lo grave es que estos insultos no provienen de un radical irrelevante buscando escalar la violencia, sino del mismísimo comandante en jefe de todas las armas del país (incluidas las parapoliciales), Nicolás Maduro, del jefe del legislativo, Diosdado Cabello, y del canciller Elías Jaua; y que la estigmatización viene seguida del encarcelamiento sumario bajo cargos de “terrorismo” y “asesinato” (luego disminuidos a “incitación a delinquir”, entre otros) contra el líder de esa masiva oposición que convocó a la protesta callejera pacífica.

En Venezuela impera un régimen autoritario donde gobernantes actúan como cualquier bravucón callejero, con la diferencia de que los primeros no se acobardan frente al escrutinio público o exposición mediática, sino que más bien están imbuidos de esa “convicción revolucionaria” que los tiene dispuestos a cargarse a 49.12% de los venezolanos, sea encarcelándolos, matándolos, o simplemente aterrorizándolos. El gobierno de Maduro no ha recurrido a la metralla indiscriminada como lo hicieron muchas dictaduras en el pasado, porque ese tipo de represión sería demasiado obvia y escandalosa en una Venezuela que luego de 15 años de caos y paranoia política, usa Twitter como ninguna otra nación de habla hispana en el mundo. En vez de ello, el gobierno viene empleando el “método quirúrgico” consistente en que agentes del SEBIN y colectivos revolucionarios matan uno por uno, y con tiros certeros a la cabeza, a un pequeño número de manifestantes para ver si millones se aterrorizan lo suficiente como para volver a sus casas a mirar inertes cómo les sigue cayendo la noche de una dictadura.

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