Ahora, en Venezuela donde el sector oficialista señala que es un país perfecto con riquezas, socialismo, educación, turismo, libertad de expresión, deporte, etc. y que además tienen en su poder la vara para medir a quienes se descarrilan y cometen actos de corrupción, cabe la oportunidad de preguntarse, ¿En qué se parece la democracia perfecta a la versión “desbaratada” que nos ofrecen en estos días?. La respuesta muy probablemente no la tengamos a la mano, y no es tarea fácil estimados lectores, por favor no dejemos que la frustración nos invada.
Como seres humanos, la imperfección es un reto que tanto individual como colectivamente es una cruda realidad que nubla las visiones de los más débiles. El problema se presenta cuando para quienes pretenden dirigir los destinos de tantas personas que posiblemente piensan muy diferente a aquellos, sin respetar, ni mucho menos valorar las diferencias que podrían enriquecer la construcción de una mejor nación para beneficio de todos, coloca barreras de exclusión e intolerancia. Por eso, no se trata de diferenciarnos ideológicamente, ese argumento ni siquiera debería cobrar valor en un mundo en el que se decide el futuro de miles de personas si se llegase a desatar una confrontación entre países en las próximas horas. Caramba! Cuánto hemos crecido cuantitativamente como pobladores de un planeta cada vez más injusto. Sin embargo, el otro modo de crecer nos queda cada día más pequeño, el del humanismo, recordar lo que somos en esencia.
Por fortuna en este noble país, no tenemos hasta el presente amenazas de enfrentamientos bélicos, no obstante, considero que peor que eso, es la agonía que muchos sienten cuando al despertar se enfrentan a la violencia desatada en las calles, a la satisfacción de las necesidades mínimas, a soñar. Les dejo estas breves palabras para insistir en reflexionar que la única manera de alcanzar un sociedad justa, y una democracia que no se quede en lo partidista y sea real, es defendiendo nuestros derechos a cabalidad, utilizando conscientemente nuestras capacidades y valores. De ese modo, sería más justo soñar como venezolanos.
Maggi Di Lena